El último ridículo del procesismo: la manifestación 'fake' en Barcelona
Nervios en el 'puigdemontismo' ante la inminente investidura de Salvador Illa y el posible regreso de Carles Puigdemont
El procesismo sigue perdido. Probablemente lo está desde antes, incluso, del referéndum del 2017, pero cada vez se está haciendo más evidente. La inminente investidura de Salvador Illa como nuevo president de la Generalitat ha sido el último detonante que ha provocado que los líderes procesistas, especialmente los afines al 'puigdemontismo', anden como pollos sin cabeza intentando hacer ver que van de jugada maestra en jugada maestra.
Desde el 12 de mayo que se sabe que no hay mayoría indepe en el Parlament. ERC lo asumió hasta el punto de regalar sus votos al PSC para que Illa se convierta en presidente. Sin embargo, en los últimos meses, Junts y su entorno han seguido jugando cómo si el 12-M los catalanes no hubieran votado lo que votaron.
Existe la teoría de Kübler-Ross sobre las 5 fases o etapas del duelo: primero, la negación; después, la ira; le sigue la negociación, la depresión y, finalmente, la aceptación. Como hemos podido comprobar todos, tras las elecciones, el 'puigdemontismo' se encontraba en la primera fase, la de la negación: insistían en una investidura de Puigdemont que era aritméticamente imposible. Con el acuerdo PSC-ERC, los afines a Puigdemont ya se encuentran en la segunda: la ira.
En las últimas horas, los seguidores del líder espiritual de los juntaires han atacado con dureza a ERC por tierra, mar y aire. Diputados, dirigentes, voceros mediáticos como Pilar Rahola, entidades satélite como la ANC, los CDR o Acció per la República... todos ellos indignados con los republicanos como si Junts no hubiera pactado recientemente con los socialistas en municipios, diputaciones o en el Congreso de los Diputados.
Incluso el propio Carles Puigdemont emitió un comunicado el sábado dando a entender que, si vuelve y es detenido, será por culpa del acuerdo que ERC ha alcanzado con el PSC. En ningún caso será, según su teoría, porque la ley de amnistía que redactó, entre otros, Gonzalo Boye (el abogado del expresident) tenía las lagunas suficientes para que los jueces pudieran mantener las órdenes de detención que pesan sobre él. La culpa, como siempre, es de los otros. Marca de la casa del procesismo.
El último ridículo procesista
Ante la posible e inminente vuelta de Carles Puigdemont, los CDR organizaron una manifestación para este lunes a las 8 de la mañana en la Estación de Francia de Barcelona, que está justo al lado del Parlament. Entre esta convocatoria y las palabras de Puigdemont augurando que su detención sería inminente porque seguía en sus trece de regresar a Cataluña, todo apuntaba a que algo serio pasaría este lunes.
Esta manifestación prevista en Barcelona contó también con el apoyo de la ANC de Lluís Llach, que ya se ha convertido en el brazo agitador de Junts disfrazado de 'sociedad civil'. Sin embargo, la convocatoria caía. Primero la ANC y después los CDR desconvocaban el acto. Parecía, pues, que el regreso de Puigdemont se retrasaba o, en cualquier caso, su llegada no sería como la de un héroe bajando de un tren desde Francia.
El cambio de planes del entorno de Puigdemont generó muchas críticas entre los cada vez menos numerosos indepes afines al procesismo. Los que ya hace tiempo que han desconectado de los partidos procesistas ya no tenían intenciones de salir a la calle para celebrar este posible regreso. Sin embargo, los que aún confían (sí, alguno todavía queda) en Puigdemont también se desilusionaron con la marcha atrás de la ANC y los CDR.
"Ridículo" fue una de las palabras más utilizadas por estos sectores en el día de ayer. Y es que este amago de manifestarse-y-ahora-no no ha sido más que el último esperpento de un procesismo en decadencia que, tras varios batacazos electorales, para lo único que ha quedado es para intentar reventar la investidura de Salvador Illa.
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