¿Tambores de guerra? Qué implica en nuevo lenguaje bélico de las élites europeas
Bruselas necesita atizar el miedo entre la población para justificar un aumento de la industria armentística y así depen
Las élites europeas llevan semanas afilando las lenguas para hacer sonar los tambores de guerra ante el espanto de los ciudadanos. Ante esto cabe preguntarse si hay verdaderos motivos para preocuparse o los líderes europeos van de farol. Y si es así, qué hay detrás de la retórica belicista que están utilizando mandatarios como Emmanuel Macron, Donald Tusk y Ursula von der Leyen.
Los líderes de la unión llevan semanas reclamando la necesidad de rearmarse ante una guerra inminente en suelo europeo. En los últimos días han dado una vuelta de tuerca más planteando ya la posibilidad de enviar soldados franceses y españoles a morir en Ucrania. En el trasfondo hay una recesión económica imparable sin nadie al volante más que unas élites desquiciadas y cada vez con más miedo.
Un temor fundado sobre todo en una posible victoria de Donald Trump en noviembre, que dejaría a la Unión Europea en el peor escenario posible. El expresidente ya ha amenazado con retirar su apoyo a Ucrania y pedir compensaciones a Bruselas si llega a la Casa Blanca. Europa se quedaría sola frente al gigante ruso con unos Estados Unidos fortalecidos por la venta de petróleo a los europeos y un Vladimir Putin con vía libre para dar aplastar a los ucranianos y pasar cuentas con la UE.
Depender menos de Estados Unidos y la OTAN
No está nada claro que la guerra total sea inminente, como advierte Margarita Robles, pero lo que sí va quedando diáfano es el estrepitoso error de cálculo de las élites europeas estos últimos dos años. En este tiempo Europa ha experimentado el mayor aumento del gasto militar desde el fin de la Guerra Fría, y los mandatarios hablan ya de “economía de guerra”. Pero los propios líderes europeos saben que ir a la guerra con Rusia sería un suicidio, y no solo provocaría un conflicto mundial sino también nuclear.
La amenaza de que Rusia podría atacar de manera inminente a un estado de la unión carece de sentido, porque Putin invadió a Ucrania precisamente porque no era miembro de la OTAN. Tales afirmaciones no tienen más objetivo que amedrentar a la población para justificar el aumento de una industria militar agotada e incapaz de satisfacer las urgencias de Zelenski. Europa necesita intensificar la retórica belicista para aumentar la producción de misiles y depender menos de Estados Unidos y de la OTAN.
Hay otro hecho meridianamente claro y es que Ucrania no puede ganar la guerra, sobre todo por la evidente superioridad de la potencia nuclear a la que se enfrenta. Como mucho puede aspirar a que la guerra se estanque, y esto lleva a un solo camino posible, que es el de la distensión. En esto Donald Trump parece el más sensato en su planteamiento de una propuesta de pacificación con cesión de territorios entre Kiev y Moscú.
Las élites nos llevan al desastre
Los planes de Europa pasaban por una guerra corta en Ucrania merced a las sanciones económicas que iban a aplastar Rusia. La economía del gigante euroasiático se resintió inicialmente, pero pronto remontó gracias a la venta del excedente de petróleo a países como India y China. Todo lo contrario que la economía europea, que creció durante los primeros meses de la guerra para empezar a verse cada vez más castigada por la pérdida de su socio energético preferencial que no era otro que Rusia.
En un intento para revertir los errores de cálculo, las élites europeas entran en un espiral aún más peligroso. Convertir la Unión Europea en una potencia militar requerirá inversiones muy por encima de lo imaginado, y esto obligará a recortar en gasto social, en inversión económica y en políticas industriales. El resultado será un mayor empobrecimiento y, de manera paradójica, un mayor riesgo real de conflicto bélico.
Vladimir Putin no tiene ninguna intención de atacar a ningún país europeo, son más bien los países europeos quienes están generando esta necesidad. Los tambores de guerra no hacen sino tratar de esconder la decadencia europea a la que no han llevado años y años de políticas erróneas. Si finalmente hay un conflicto total no será culpa de Rusia, y los europeos pagaremos los platos rotos.
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