Sumar empieza a desmoronarse
La formación de Yolanda Díaz paga el coste de ser una coalición de partidos en lugar de un partido propio
Sumar acusa la disgregación interna. En diferentes instancias y por motivos diversos, sectores del partido empiezan a disentir de la dirección. Desde las acusaciones de centralismo hasta las dificultades para encontrar candidatos, el partido no consigue implantarse territorialmente.
Canarias, Valencia y Galicia
Sumar es un partido por analogía: por lo demás, es una agrupación de partidos. Esto se manifiesta en la facilidad para manifestar disgregación. Al carecer de implantación territorial propia, cada agrupación tiende a un discurso e intereses propios.
En el caso de Sumar, la necesidad de agilidad ejecutiva que tiene cualquier partido se le resuelve en contra en forma de acusaciones de centralismo. La sucursal canaria, por ejemplo, ha aprobado en asamblea explorar caminos propios en las próximas elecciones europeas. Así mismo, acusan a la dirección general de no respetar el espíritu plurinacional de la formación.
En Valencia, el problema se expresa con una cara diferente: pisarse mutuamente y competencia desleal. Sumar tiene la intención de crear estructura en Valencia y eso entra en conflicto con Compromís, que quiere mantener su monopolio electoral. Desde Compromís dicen que no ven “conveniente ni necesario que se implante otra organización porque de este espacio ya hay un partido referente”.
Finalmente, en Galicia el problema que tienen ya es incluso operativo. Y es que no tienen ni candidato para unas elecciones autonómicas inminentes. Al margen de que la formación de Yolanda Díaz ha deshecho a la izquierda dentro de la comunidad.
Una disolución silenciosa
Sumar se encuentra con las dificultades de gestionar el poder una vez que ha accedido a él. Al tratarse de una coalición de partidos, podía pescar en multitud de caladeros gracias a los tentáculos de sus muchas agrupaciones autonómicas. Pero una vez que hay que mantener lo ganado, el partido se encuentra sin la implementación necesaria para hacerlo.
Así, este 2024 se le promete difícil a Sumar y, si sigue esta tendencia, su disolución podría ser lenta pero constante. Porque a las disidencias territoriales se le suman las disidencias ideológicas. La más sonada ha sido la de Podemos, que ha decidido tener una voz propia aunque sea una apuesta a todo o nada.
Y es que, a nivel ideológico, es difícil que Sumar no somatice la desestructuración interna. Electoralmente y en campaña, es sencillo invocar ideas como la plurinacionalidad y, en fin, arropar todas las causas morales de la izquierda. Pero llevarlo a la práctica exige entre otras cosas una férrea organización orgánica de la que Sumar carece.
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