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POLÍTICA

El salario mínimo dispara los costes de contratación para las empresas

Al mismo tiempo que sube el SMI, la inflación se come el salario promedio en España y pierde poder adquisitivo

El salario mínimo ha subido hasta los 1.134 euros al mes. Para las empresas, esto puede llegar a tener un coste real de 2.000 euros. De esta manera, el salario mínimo y el salario promedio se acercan: de fondo, inflación y pérdida de poder adquisitivo.

Inflación, productividad y SMI

El Gobierno sube los sueldos por decreto y la economía por productividad. Desde 2018, el SMI ha subido un 53%, no así el salario promedio. Pero la subida del SMI es solo en términos nominales: en términos reales, hay que tener en cuenta la inflación.

Ahora bien, la inflación hay que tenerla en cuenta para todos: también para el salario promedio, que es el indicador fiable del mercado laboral en su conjunto. Descontando la inflación, el SMI ha ganado un 30% de poder adquisitivo y el salario real ha perdido un 3,6%. Y si los sueldos reales no consiguen surfear el aumento de los precios se debe a dos razones.

La primera, que la economía real española no da para pagar más: la productividad de España está estancada desde 1985. La segunda, que la inflación sea incontrolable por haber impreso y puesto en circulación demasiado dinero. Todo esto acerca al mercado laboral español a lo que temen los economistas: que las subidas del SMI destruyan empleo.

Los costes de contratar

¿Qué ocurre si los salarios reales caen porque la productividad es mala y al mismo tiempo sube el SMI? Que o acabarán coincidiendo o que el SMI representará un trozo muy grande del salario promedio. Y esto último es lo que está pasando: el SMI representa ya el 61% del salario medio que paga el mercado.

Llevado a la realidad de las empresas, esto se traduce en 2.000 euros: lo que ahora le va a costar a un empresario pagar un SMI. Cotizaciones a la Seguridad Social, nuevos impuestos como el MEI, un mes de vacaciones, pagas extraordinarias, etc. Todo redunda en un aumento de los costes laborales y, por lo tanto, en la posibilidad de que no valga la pena contratar.

Se trata de un cálculo simple para el empresario: si los costes superan la productividad del trabajador, no compensa contratar. Una situación habitual en una economía como la española, llena de pequeñas y medianas empresas. En última instancia, los más afectados son los jóvenes, los parados y el personal poco cualificado: o sea, los más vulnerables.

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