La Selección Española, el termómetro del declive procesista en Cataluña
El seguimiento de la Roja ha dejado de ser un motivo de división en la Cataluña del post-procés
Hace unos años era impensable la sola idea de hablar de la Selección Española sin generar un conflicto en Cataluña. El auge del Procés llevó la radicalidad al extremo: el combinado español se convirtió en un símbolo más de la España opresora, mientras que las Seleccions Catalanes representaban la aspiración a la independencia.
El descarrilamiento del Procés y la desmovilización del independentismo ha coincidido con el declive de las selecciones catalanas y la recuperación del fervor por la Roja.
La Selección Catalana de Fútbol celebró un amistoso el pasado mes de mayo, después de dos años sin disputar ningún encuentro. Lo hizo frente a Panamá en la Nova Creu Alta, en Sabadell, con 5.859 espectadores. Lejos han quedado aquellos tiempos en los que llegaron a reunir 96.700 espectadores contra Brasil (2002), 65.300 contra Argentina (2004), y más de 50.000 contra Euskadi (2015).
El poco seguimiento de la selección catalana contrasta con el interés que está despertando la Roja en esta Eurocopa. El debut de España contra Croacia, el 15 de junio, fue el programa más visto en Cataluña con 645.000 espectadores y un 45,5% de cuota de pantalla. El España-Italia superó el millón de espectadores y llegó al 48%, consolidando el seguimiento de la selección entre los catalanes.
¿Cómo he vuelto la pasión por la Roja en Cataluña?
Muchos factores han confluido en la recuperación de la pasión por la Roja en Cataluña.
Sin duda, la etapa de Luis Enrique como entrenador y la polarización Barça-Madrid contribuyó a enganchar a una parte importante de la parroquia culé en oposición al desencantamiento que se percibió en Madrid. Además, la aparición de una hornada de jóvenes jugadores procedentes de la cantera blaugrana, como Lamine Yamal, Fermín y Pau Cubarsí, han sumado adeptos catalanes al combinado español.
Es indudable que ha habido también un proceso de paulatina normalización del sentimiento nacional español en Cataluña, fruto del declive de la tensión identitaria con el fracaso del Procés. Esto ha hecho que temas que antes eran tabú o motivo de conflicto, ahora se vivan con normalidad. Un ejemplo es el de la Selección Especial, estigmatizada en la Cataluña del Procés y reivindicada en la Cataluña post-Procés incluso por sectores catalanistas.
Lo que no ha cambiado es la utilización política de los sentimientos nacionales en Cataluña.
Pese al interés que está despertando la selección gracias al buen juego y a los jugadores jóvenes, Barcelona no pondrá pantalla gigante para seguir el España-Alemania de este viernes. El ayuntamiento que dirige Jaume Collboni (PSC) ha anunciado que solo habrá fan zone si España llega a la final de la Europa. La plataforma Barcelona con la Selección ha criticado la actitud del consistorio y ha organizado un evento para seguir los cuartos en una discoteca de la ciudad.
Quien sí se ha mostrado a favor de poner pantalla gigante ha sido el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol: "Sois muchos los que me lo estáis solicitando y la respuesta es sí, si la selección española llega a la final de la Eurocopa en Badalona habrá pantalla gigante para seguir el partido. Pero paso a paso, primero se ha de ganar en cuartos y después en semis".
De las urnas al camp de fútbol
La recuperación de la ilusión por la Selección Española es una traslación al deporte de lo que ocurre en la política. Las últimas elecciones en Cataluña han dejado claro que los ciudadanos están agotados tras una década de procés y han optado por un cambio político.
El independentismo ha perdido por primera vez en diez años la mayoría absoluta en el Parlament. Los partidos constitucionalistas consiguieron 74 escaños por 61 del soberanismo. ERC, Junts, CUP y AC sumaron 1,3 millones de votos, mientras que PSC, PP, Vox, Comunes y Cs obtuvieron 1,6 millones de papeletas.
El agotamiento de la gente, los últimos acontecimientos políticos y la división dentro del independentismo han provocado una descompresión de la tensión social. El independentismo apenas tiene capacidad de movilización mientras los partidos políticos van hundiéndose entre las crisis internas y los fracasos electorales. Esto ha creado un clima de mayor convivencia social, que se refleja por ejemplo en el entusiasmo que despierta la Selección nacional.
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