
El procesismo saca otra vez el comodín del referénfum para tapar sus fracasos
ERC y Junts necesitan vender ilusión ante el fiasco de la amnistía, el traspaso de Rodalies y la financiación singular
El procesismo atraviesa una crisis de división interna y pérdida de votos, y sus líderes no acaban de encontrar la manera de revertirlo. Las bases independentistas han dado la espalda a ERC y Junts, a quienes responsabilizan del fracaso del Procés. Para contrarrestar las acusaciones de traidores y botiflers, los partidos procesistas intentan reivindicar la herencia del referéndum del 1-O.

En el independentismo hay dos corrientes. La corriente más purista dice que los catalanes ya votaron en un referéndum que consideran legal, y que el cometido de los partidos debe ser simplemente la aplicación de su mandato. Otra corriente considera que aquel referéndum no cuenta con suficiente legitimidad internacional, y que hay que abrir una nueva etapa de negociación con el Estado para pactar un nuevo referéndum.
ERC y Junts siguen la misma estrategia
ERC fue el primer partido independentista en bajarse del carro del 1-O y apostar por una nueva etapa de distensión que culmine con un nuevo referéndum. Junts ha abanderado durante años la tesis de la confrontación, considerándose legítimos herederos del espíritu del 1-O. Pero el pacto de Carles Puigdemont con el PSOE les sitúa claramente en otro escenario, el de un nuevo referéndum acordado.
Con algunos matices, las estrategias de ERC y Junts para alcanzar la independencia de Cataluña apenas se diferencian.
ERC apuesta por ensanchar la base con la inclusión de sectores no estrictamente independentistas, con el referéndum como horizonte. Junts también aspira a impulsar una ley de referéndum en el Congreso de los Diputados como salida negociada al conflicto de Cataluña.
Oriol Junqueras y Carles Puigdemont han vuelto a sacar estos días el comodín del referéndum para tapar sus fracasos.
El líder de ERC eligió una entrevista en RNE para volver a apelar al referéndum como única vía de resolución democrática del conflicto. Carles Puigdemont aprovechó las recientes declaraciones de José Luis Rodríguez Zapatero para volver a reivindicar el derecho de autodeterminación de Cataluña.
“El problema solo se cerrará con la fórmula que los catalanes validen, sea acordada o unilateral. Y este camino se puede recorrer de todas las formas legítimas, mientras no renunciemos al objetivo final”, formuló Puigdemont.
“Nosotros siempre estaremos a favor de votar”, dijo Junqueras, “y trabajaremos para ampliar la mayoría independentista cuando llegue el momento”.
Un comodín para tapar su fracaso
Junqueras y Puigdemont utilizan el comodín del referéndum para esconder el fracaso de sus respectivas estrategias en Madrid y en Cataluña. ERC y Junts han conseguido importantes concesiones que finalmente no se han materializado, como la amnistía, la financiación singular o el traspaso de Rodalies y las competencias en inmigración. Esto aumenta la animadversión de los independentista hacia estos partidos y sus líderes, que para contrarrestarlo sacan otra vez el referéndum.

El referéndum es precisamente la máxima expresión del procesismo, porque permite a sus líderes seguir empujando la pelota hacia adelante. Es un horizonte improbable, una promesa vacía, pero que sirve para distraer la atención.
Además, las encuestas señalan que no solo ha caído el sentimiento independentista sino que también se ha pinchado el globo de la autodeterminación. El porcentaje de catalanes a favor de un referéndum ha bajado del 80% a apenas un 60%. Lo cual resta cada vez más credibilidad a unos líderes que han perdido su capital político por seguir precisamente esta estrategia.
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