Un grupo de personas aplaude en un evento formal en un edificio con columnas y decoración clásica.
POLÍTICA

Un procesismo a la baja: de la república de los 8 segundos a celebrar silbidos a Illa

Carles Puigdemont sigue sin digerir la derrota del 12 de mayo y la presidencia de los socialistas

Quien no se consuela es porque no quiere, y el procesismo siempre encuentra nuevas motivaciones para levantar el ánimo y pensar que no está todo perdido. No importa que los partidos independentistas hayan perdido medio millón de votos en un año y la mayoría social en Cataluña. Ver a Salvador Illa abucheado en un concurso de castellers es satisfacción suficiente para tapar todas las miserias.

Un hombre con traje azul está hablando frente a un estadio lleno de gente donde se está formando una torre humana.

No es extraño pues que la clase dirigente procesista y sus altavoces hayan tratado de explotar al máximo la imagen del “presidente del 155” abucheado por “el pueblo”. Una campaña orquestada por el propio Carles Puigdemont, que ha tirado de populismo en sus redes sociales: “Cuando ignoras sistemáticamente a la población de Cataluña que defendió el referéndum no esperes demasiados aplausos del pueblo”. 

Es llamativo que Puigdemont apele al referéndum que él mismo ninguneó al suspender la declaración de independencia a los tres segundos de haberla proclamado. Algo que hasta ahora colaba, pero que cada vez le recuerdan más independentistas.

En todo caso, no ha faltado la claca que ha salido rápidamente a bendecir el mensaje de Carles Puigdemont en las redes sociales.

Como el diputado de Junts Salvador Vergés, puigdemontista donde los haya, que ha utilizado expresiones como “clamor de la gente” o “piel de gallina” para definir el abucheo a Illa. Quizás se vino un poco arriba al decir que “lo daremos todo para que las instituciones vuelvan a liderar la lucha por la independencia”. Sobre todo teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra Junts en las instituciones catalanas.

También Salvador Cardús quiso hacer un paralelismo al preguntarse “cómo habría reaccionado la gente si hubiera entrado Puigdemont” en lugar de Illa. Olvida que fue Salvador Illa quien ganó las elecciones y quien recibió los apoyos para formar gobierno, y no Puigdemont. Y olvida también que no hace tanto Puigdemont fracasó en su intento de darse un baño de masas en su soñado regreso a Cataluña.

De la épica a la baja política

Más allá de la anécdota, los tweets mofándose de Salvador Illa no hace más que confirmar el declive imparable en el que vive instalado el procés. Lejos han quedado aquellos tiempos de la épica en la que solo había jornadas históricas y frases grandilocuentes. Aquellos años en los que aclamados dirigentes vendían sueños de libertad a masas enardecidas, y parecía que la victoria era solo cuestión de tiempo.

Con el tiempo no solo fracasó el procés sino que se destaparon uno a uno los engaños de aquella clase dirigente que condujo a las masas a la frustración. El contraste resulta más brutal con el ahora de unos líderes venidos a menos y discutidos por su propio “pueblo”. También de una clase dirigente que se había marcado un hito histórico y ha pasado de la república de los ocho segundos a aplaudir unos abucheos.

En el fondo se demuestra que Carles Puigdemont no ha digerido la derrota del 12 de mayo y la presidencia de Salvador Illa. El expresident anda nervioso porque a las puertas del congreso no tiene un proyecto sólido que ofrecer a una militancia cada vez más disgustada con la deriva del partido. Junts, sin apenas poder territorial en municipios y diputaciones, ha quedado aislado en el parlamento y condenado a ser oposición.

La situación se complica aún más por las boyantes perspectivas de un PSC que se está haciendo con la centralidad del país como la vieja Convergència. ERC ha dejado de ser el enemigo a batir y ha cedido el puesto a los socialistas, y a Salvador Illa en particular. Pero sin proyecto ni masa social detrás, una vez confirmado el fracaso de la estrategia del exilio, Puigdemont y su entorno han tenido que abandonar la épica para abrazar la baja política a golpe de tweet.

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