Montaje con personajes
POLÍTICA

¿Morad o Silvia Orriols? El artículo que incendia las redes

La izquierda hace apología de la delincuencia para denostar a la ‘extrema derecha’ independentista

El rapero Morad y la política Sílvia Orriols representan a su manera dos fenómenos actuales de la sociedad catalana. El primero acumula tantos fans como antecedentes policiales, y pese a cumplir condena en la cárcel la izquierda lo exhibe como referente de superación. La segunda divide a la sociedad catalana entre quienes viven con angustia la crisis migratoria y quienes ven en ella la reencarnación de Hitler en persona.

La izquierda ve en Morad a un chico de barrio que se ha sobrepuesto a la adversidad y que expresa con sus canciones el odio a la autoridad y una especie de contrapoder. En realidad el rapero lideraba una banda que tenía atemorizados a los vecinos de su barrio, La Florida, en L’Hospitalet, hasta el punto de que un juez decretó una orden de alejamiento. Pese a su historial delictivo, personajes como el periodista Jordi Évole y la diputada Najat Driouech han contribuido al blanqueamiento de este personaje.

La misma izquierda ve en Sílvia Orriols la amenaza a su modelo buenista. Un modelo caracterizado precisamente por cerrar los ojos ante problemas como la inmigración masiva y la inseguridad en barrios humildes como La Florida. Hasta ahora nadie se había atrevido a contraponer ambos fenómenos (Morad vs Orriols) como contraposición de dos modelos sociales, pero la periodista y activista Montse Santolino ha roto el tabú.

Bajo el título Catalans de Ripoll, catalans de La Florida, la activista plantea que “entre un concierto de Morad o un mítin de Orriols, somos miles los que sabemos donde preferimos estar y donde preferimos que estén nuestro hijos”. Para ella, es “lógico” que Morad sea un héroe “en un barrio donde se hacen operaciones policiales con perfilamiento racial y la concejal del barrio habla de limpieza imitando lo peor de Xavier García Albiol”. Insiste en que “es un modelo para su gente por lo que significa su éxito, por hacer realidad la posibilidad de salir de la pobreza con su talento y por su capacidad de saltarse las normas”.

Idealización de la pobreza y la delincuencia

La autora describe La Florida como “un barrio donde vive muchísima gente supernormal y donde también malvide mucha gente, y donde solo una pequeñísima parte de estos se busca la vida de la peor forma”. Para ella la delincuencia es un “estigma amplificado” y lo que se necesitan son “educadores y mediadores” en lugar de “policía”. Para ella no son lugares “superconflictivos ni invisibles” sino “barrios pobres, complejos y abandonados”, víctimas del “abandono” y la “segregación”.

Todo, para acabar recurriendo a lugares comunes como que “muchos votos de la ultraderecha salen de la frustración y la rabia de haber creído en el sistema, de haberlo hecho todo como debías y no llegar a final de mes”. Porque según expone, “hay una relación clarísima entre el miedo y la incertidumbre personal respecto al futuro y la necesidad de encontrar responsables a tu alrededor”. En resumen, idealización de la delincuencia y la pobreza, y estigmatización de opciones políticas y de miles y miles de votantes como “extrema derecha”.

Indignación en las redes sociales

El artículo ha llamado la atención en las redes sociales, donde le proponen a la activista que “entre en su barrio a disfrutar del multiculturalismo a ver qué tal le va”. Muchos le recuerdan que Morad está en la cárcel, y le sugieren que pregunte a los vecinos de L’Hospitalet “a ver qué piensan de él”. Son solo un ejemplo de los muchos comentarios que tildan de “irresponsable” elogiar a un delincuente que entre otras cosas “pregona la violencia contra las mujeres”.

Entre los comentarios hay gente indignada porque creen que opiniones como esta inducen a los jóvenes a caer en la delincuencia. Son muchos los padres preocupados por la atracción creciente de los jóvenes hacia modelos como Morad, que con sus letras instiga a la delincuencia. Planteamientos como el de Montse Santolino pueden ser vistos como un blanqueamiento de esta realidad y como “promoción de la delincuencia”.

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