Pablo Echenique se mofa de Ada Colau
Le hace gracia que diga que no quiere ser ministra
Dice el refrán que, si el demonio no tiene qué hacer, mata moscas con el rabo; pero eso no siempre es así. Cuando se creó el refrán Twitter no existía y, hoy, si el demonio existiera y no tuviese nada que hacer, perdería el tiempo en la red de Elon Musk.
¿Por qué lo sabemos? Pues porque basta con fijarse a qué se dedica otro que no tiene nada que hacer, que es Pablo Echenique. Esta semana, al ínclito científico le ha dado por meterse no ya con el PP, sino con una compañera de, como dicen ellos, “luchas”.
Y dicen “luchas” porque, para la nueva izquierda, la lucha ya no es una (la obrera), sino muchas. Tantas como minorías, porque ya sabemos qué decía Pedro Zerolo: muchas minorías sumadas son la mayoría.
Ahora, la lucha, es contra Ada Colau o, al menos, una de ellas. La otra, exclusiva de Echenique, es contra el olvido. Por eso tuitea.
¿En qué enreda Pablo Echenique?
Echenique, claro, no es el demonio, pero hace buena aquella frase que le soltó Churchill a un diputado que acababa de aterrizar en el Parlamento. Según el que fue Primer Ministro británico, los enemigos no son los de los bancos de enfrente, son los de detrás. Echenique hace buena la frase: el adversario milita en otro partido, pero con el enemigo compartes bancada y, a veces, hasta gobierno. ¿Por qué carga contra Colau? Pues porque no le gusta que la facción de la izquierda de la que ella forma parte mande más que la que le incluye a él.
Sus risas, con todo, están justificadas. Derivan de la última declaración de Colau a propósito de su condición de ministrable. Por lo visto, y tras sus últimas enganchadas con Pablo Iglesias, la ex alcaldesa dice que no quiere ser ministra aunque hay gente que le insiste para ello.
Rumores
En realidad, lo de Colau como ministra de Vivienda no ha pasado nunca de simple especulación. Con todo, ver cómo algunos se autodescartan como miembros de un gobierno que todavía no se sabe si será es, como mínimo, curioso.
Y de eso, precisamente, es de lo que se ríe Echenique. Y no es el único: se ríe otro ilustre con poco que hacer: el inefable Josep Alay. Reírse de las personas –aunque esa persona sea Ada Colau o, también, Josep Alay- siempre está mal.
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