
El nuevo fiasco de la oficialidad del catalán deja a Carles Puigdemont sin salidas
La ofensiva diplomática del PP en Europa aleja la posibilidad de una alianza entre Génova y Junts
Carles Puigdemont tomó la polémica decisión de investir a Pedro Sánchez a cambio de la amnistía y la oficialidad del catalán en Europa. Dieciocho meses después, no tiene ni una cosa ni la otra. Pero además, la guerra diplomática por la oficialidad del catalán en la UE ha cerrado la puerta de un posible entendimiento con el PP para hacer caer a Sánchez.

Esto deja sin salidas a Carles Puigdemont, que ahora tendrá que morir con Pedro Sánchez. Este nuevo fiasco ha vuelto a evidenciar el fracaso de su estrategia. Llega además en el peor momento, con las encuestas en contra y las municipales cada vez más cerca.
De momento, Junts no ha querido hacer sangre con el PSOE y Puigdemont ha orientado sus críticas a Feijóo. Por un lado, porque la guerra por la oficialidad del catalán no ha terminado y Junts sigue necesitando a la Moncloa . Pero también porque es consciente de que después de lo ocurrido estos días será muy difícil justificar una alianza con el PP.
Feijóo ha liderado junto con Vox una ofensiva diplomática en Europa que el procesismo tilda de "catalanofobia". Génova buscaba enturbiar las relaciones entre el Gobierno y Junts, pero de paso ha dinamitado sus puentes de entendimiento con Puigdemont.
Esto aleja definitivamente la moción de censura, aunque también libra a Feijóo de los costes electorales que le hubiera supuesto pactar con Junts. Además, las últimas dan a PP y Vox una mayoría suficientemente amplia para poder prescindir de Puigdemont. Quien más pierde en todo esto es el expresident, que ahora queda en una situación muy adversa.
El fracaso de la estrategia de Puigdemont
Cerrada la puerta del PP, a Puigdemont no le queda más remedio que tener que morir con Sánchez. Lo peor para él es que esto le resta capacidad de presión en su pulso constante con el PSOE. Los socialistas saben que ahora su posición se ha debilitado y que no tiene más salida que seguir confiando a Pedro Sánchez.
En tan solo unos meses Puigdemont ha llevado Junts al aislamiento en el Parlament de Cataluña y a la indefinición más absoluta en Madrid. Por un lado marca perfil derechista votando incluso con PP y Vox. Pero por otro lado sigue sosteniendo al Gobierno socialista arrastrado a la izquierda por Sumar, ERC y Bildu.
Aunque el principal coste de su alianza con el PSOE sigue siendo de cara a las bases independentistas. Su "acuerdo histórico" con el PSOE estaba condicionado por el logro de "avances históricos" que no se han producido.
Puigdemont es consciente de que cada nuevo fracaso, ya sea con la amnistía o con la oficialidad del catalán, agota un poco más su credibilidad. Nada le permite ya diferenciarse de los fracasos de ERC con Rodalies o la financiación singular. Ha acabado pasando lo que más temía, y es ver a Junts metido en el mismo saco que ERC.
El peor de los finales
Echar las culpas ahora al PP sigue para echar balones fuera pero no para convencer a un independentismo harto de procesismo. La realidad es que Junts, como ERC, se han prestado al juego de pactar grandes medidas a sabiendas que sería muy difícil cumplir. De hecho, en esto consiste el procesismo, en crear expectativas que a la larga solo generan más frustración.

Puigdemont tendrá que seguir sosteniendo a Pedro Sánchez con la esperanza de que cumpla su promesa de amnistiarle. Aunque corre también el riesgo de que Sánchez adelante las elecciones sin haber cumplido sus compromisos. Este sería el peor de los finales.
El horizonte que se abre ahora ante Junts es desalentador. Aislado en la oposición y cada vez más lejos del PSC en Cataluña, está también a punto de perder su posición ventajosa como llave de la gobernabilidad en España. Lo peor para Puigdemont es pensar que puede haber hipotecado su capital político a cambio de un puñado de promesas incumplidas.
Finalmente, la ofensiva de Feijóo contra la oficialidad del catalán refuerza los sectores más alejandristas del PP. Aquellos que, encabezados por Alejandro Fernández, han pedido a Génova actuar sin complejos contra el procesismo.
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