Ilustración de Napoleón Bonaparte

POLÍTICA

Napoleón flirteó con el Islam

También ayudó a los judíos

Napoleón Bonaparte flirteó con el Islam durante su expedición a Egipto, según pone de manifiesto el libro “Eso no estaba en mi libro de Napoleón” (Almuzara, 393 páginas, 21,95 euros) del historiador francés afincado Madrid Ernest Bendriss. La obra, que acaba de salir, es un ensayo biográfico sobre el emperador francés (1769-1821). 

El estreno antes de final de año de “Napoleón”, el biopic de Ridley Scott con Joaquin Phoenix de protagonista amenaza con disparar la napoleonmanía aunque esta el volumen es anterior.

El libro intenta aportar otra visión sobre la vida del militar con detalles inéditos. Sus orígenes familiares en Ajaccio, su duro aprendizaje durante cinco años en la escuela militar de Brienne cuando era apenas un niño -no dominaba el francés y el resto de niños le hacían bullying- y desde luego sus gestas militares.

Entre otras cosas revela, que durante la expedición a Egipto (1798), Bonaparte coqueteó con el Islam para consolidar su poder en la zona. El 2 de julio de ese año afirmó en un discurso en Alejandría: “los franceses son los verdaderos amigos de los musulmanes”.

El jeque Abdullar al-Sharqawi hasta indujo “a Bonaparte y a su ejército a convertirse al Islam”. De hecho, uno de los miembros de su estado mayor, el general Menou, acabó convirtiéndose tras casarse con una egipcia musulmana. Mientras que los ulemas “le otorgaron el nombre de Ali Bonaparte”.

El flirteo terminó con los primeros reveses militares y “una insurrección en El Cairo entre el 21 y el 23 de octubre de 1798” que fue reprimida a sangre y fuego. El autor termina este capítulo dejando claro que “Napoleón nunca se convirtió al Islam ni mandó construir mezquitas en Francia ni en los demás territorios del imperio”.

Por otra parte, el emperador francés fu muy comprensivo con los judíos pese a las muestras de antisemitismo. Durante la expedición a Italia (1797) “se reunió por primera vez con los judíos en el gueto de Ancona”. 

Se practicaba ya entonces algo que también hicieron los nazis dos siglos después: “llevaban los signos distintivos de su exclusión social, el gorro amarillo y la estrella de David”.

Napoleón llegó a plantearse la posibilidad de “crear un Estado judío en Palestina” en 1799 durante la expedición a Egipto que, como se sabe, terminó en fracaso. 

Años después, ya emperador, reunió al Gran Sanedrín, una “institución que estaba desaparecida desde el final de la Antigüedad” para adaptar las leyes judías al Código Civil.

“Los notables judíos rechazaron la poligamia y la usura, y afirmaron su voluntad de ser leales a las instituciones de Francia”, prosigue el libro, pero “todavía estaban divididos sobre los matrimonios mixtos entre judíos y cristianos”.

El autor, Ernest Bendriss (1964), vive en Madrid desde hace 25 años y es especialista sobre historia medieval con Carlomagno, los cátaros y los capetos. Además de una breve historia del Islam, entre otras.