Nadie gana en un debate marcado por la mala educación y las preguntas sin responder
El primer cara a cara de la campaña electoral no sirve para demasiado y vive momentos de vergüenza ajena
La campaña electoral empezaba esta madrugada y ya hemos podido asistir al primer debate. No era menor, lo organizaba el Grupo Godó -La Vanguardia y RAC1, de modo que allí teníamos todos los tótems y focos mediáticos. Con la ausencia de Puigdemont, será Josep Rull el encargado de hacer llegar el mensaje de Junts, así que ya nos podemos acostumbrar.
No es que uno tuviera demasiadas esperanzas en este primer cara a cara, la verdad. Aun así, esperaba más, confiaba en Alejandro Fernández, siempre lúcido, también en Jéssica Albiach, que se acostumbra a crecer en campaña. Hasta tenía la sensación que Ignacio Garriga podría collar a Aragonès en materia de seguridad.
Nada de esto ha sucedido. Ha sido un debate totalmente prescindible, donde nadie ha estado fino y hemos asistido a más faltas de respeto que no a intervenciones diferenciales. Ocho candidatos quizás son muchos, puede ser. Lo que sucede en Cataluña es que hay tantos vetos cruzados que al final cada uno interpela a quien quiere y el otro pasa de responder si su jefe de campaña se lo ha indicado.
Es así de triste. Pongamos un ejemplo: Pere Aragonès se ha pasado las dos horas de debate probando de lanzar propuestas, de poner en valor su obra de gobierno. Solo la CUP y los Comuns han buscado el cuerpo a cuerpo contra él y lo han hecho de un modo tan agresivo que Aragonès se ha limitado a mirar hacia otro lado.
Esta ha sido una de las tónicas del debate: la mala educación, especialmente de Laia Estrada. La candidata de la CUP no ha mostrado solo una actitud desafiante, también ha cortado a los otros candidatos cada dos por tres, sin dejar hablar y ya no digamos escuchar. Todos lanzaban preguntas, nadie respondía o lo hacía tras varias insistencias.
Nadie gana, todos pierden
Normalmente en un debate alguien sale reforzado y otros pasan desapercibidos. En el primero cuesta encontrar algo positivo. Junts y ERC se han limitado a atacar a Salvador Illa con el mantra que no puede defender Cataluña en Madrid. Mientras, el líder del PSC ha querido mostrar un tono presidencial, ser prudente y no entrar en ninguna disputa. Ha sido inteligente, hay que decirlo.
En cambio, Pere Aragonès ha buscado un protagonismo que ha sido inexistente. Es el presidente, debería pivotar el debate y en ningún momento ha sucedido eso. Es más, sus discusiones han sido con dos formaciones minoritarias, mientras que ni Junts ni el PSC han querido confrontar con él. Da la sensación de que los otros candidatos dan por terminada la época de Aragonès.
Josep Rull, la cara y voz de Puigdemont, no tenía una misión sencilla, y ha optado por un perfil bajo. Conciliador, ha evitado hablar de ideología, centrarse en atacar a Madrid y no quitar protagonismo a su candidato. Lo ha conseguido y puede ser que no sea mala estrategia: la campaña de Junts pasa por Argelers y no por debates donde no está Puigdemont.
No ha sido el mejor debate de Alejandro Fernández. La CUP y los Comuns saltaban a las primeras de cambio y el del PP le ha costado confrontar, prefiriendo guardar silencio. Los populares deberían crecer durante la campaña y su líder encontrar el modo de ser el azote de la izquierda, como ya ha hecho en el Parlament. Tendrá otras oportunidades.
Ignacio Garriga sabe que estos debates no son grandes oportunidades para Vox. Ha utilizado un tono neutro, intentando marcar perfil con la gestión de la inmigración y la seguridad. Lo que pasa es que ni ERC ni el PSC han querido interactuar con él, no sea caso que se les acuse de hacer el juego "a la extrema derecha". La campaña de Garriga no pasa por actos así.
Mención aparte merece Carlos Carrizosa, que prueba de aprovechar el espacio mediático que tiene Ciutadans sin demasiada fortuna. No es que no lo intente, pero hay demasiado ruido para ser protagonista.
Los Comuns y la CUP se copian el estilo
Ya sabíamos que Jéssica Albiach aprovecha los debates para marcar perfil propio. Hoy ha preferido atacar a ERC mucho más que al PSC, quizás consciente que solo puede pactar con los socialistas. Ha introducido, además, una nueva variable, una actitud hostil -en algún momento fuera de los códigos- contra la derecha, a quien pone en el mismo saco.
Algo parecido ha hecho Laia Estrada, que ha sido aún más beligerante y no ha dudado en entorpecer a sus rivales políticos. Representa el ala más dogmática de la CUP: su anticapitalismo es la única receta y la derecha es fascista, también el PP. Estrada ha repartido contra todos sin llegar a proponer demasiado.
En definitiva, un debate sin contenido, marcado por la dureza de la CUP y los Comuns que han logrado amedrentar a PP y Vox, que han evitado el cuerpo a cuerpo. Al otro lado, un Salvador Illa que va a la suya, sabedor que lo mejor es no hablar demasiado, y un Pere Aragonès a quien casi nadie hace caso mientras Josep Rull calienta la silla de Puigdemont.
Bienvenidos a la campaña electoral. Suerte que quedan poco más de 15 días.
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