Una mujer sonriente en primer plano con una multitud y banderas de fondo en un día soleado.
POLÍTICA

Mucho ruido y pocas nueces en Ripoll

Pinchazo de la extrema izquierda en el feudo de Sílvia Orriols, en plena escalada de tensión contra Aliança Catalana

La extrema izquierda catalana quería convertir Ripoll este fin de semana en “la tumba del fascismo”. Sin embargo, la manifestación de apoyo al Casal Popular La Metxa, bajo el lema “Fascismo ni en Ripoll ni en ningún sitio”, apenas ha conseguido reunir a unos centenares de personas. Más de mil, según los organizadores, unos 300, según la Guardia Urbana.

Un grupo de personas participa en una manifestación en una calle, sosteniendo una pancarta con un mensaje en catalán, rodeados de edificios y bajo un cielo despejado.

La CUP ha dado apoyo a la manifestación “en contra de la extrema derecha catalana”, y ha defendido “los casals y ateneus” como “base de nuestra liberación nacional y social”. Los cupaires llevan tiempo con Aliança Catalana en el punto de mira. Y aunque ya ha habido anteriormente agresiones y amenazas, esta era la primera demostración de fuerza del antiorriolismo.

Por su lado, Sílvia Orriols constató que "la manifestación contra Aliança Catalana ha fracasado" y ha puesto en valor "la defensa" del equipo de gobierno de la máxima institución ripollense. Orriols ha planteado el desafío como un choque entre el gobierno legítimo elegido por una mayoría aplastante de los vecinos, y quienes "vienen a cuestionar la democracia y el cumplimiento de las ordenanzas". 

Tensión sin incidentes

La manifestación había sido convocada por El Casal Popular La Metxa, para protestar contra la ofensiva del gobierno de Sílvia Orriols por no disponer de licencia. Este fue el pretexto para hacer una demostración de fuerza contra “la extrema derecha” y “sus expresiones de odio, división y confrontación”.

Durante la manifestación, en la que se ha podido ver a líderes de la CUP como Mireia Vehí, Xavi Pellicer y Dani Cornellà, se han proferido gritos como “contra el fascismo acción directa” y “quien siembra miseria recoge la rabia”.  

Personas reunidas en una plaza, algunas conversando y otras observando una manifestación con banderas al fondo.

El único momento de tensión fue a la llegada al edificio consistorial, donde aguardaba Sílvia Orriols con algunos miembros de su gobierno, militantes y simpatizantes de Aliança Catalana. El cordón policial ha impedido cualquier encontronazo en una manfiestación que, a pesar de venir caliente por las amenazas cruzadas en las redes, ha transcurrido sin incidentes.

Orriols ha negado que en Ripoll se persiga a los colectivos y minorías disidentes, sino que ha afirmado que "se ha acabado la impunidad" que tenían algunos. Donde unos ven una persecución política, la alcaldesa ve una obligación de cumplir con las ordenanzas.

Es la primera vez que un gobierno local se mete con los casals, base de la estructura política de la izquierda independentista, lo cual enciende la mecha en una escalada de tensión que viene de lejos.

Batalla campal en las redes sociales

Si la manifestación ha transcurrido sin incidentes remarcables en Ripoll, en cambio ha habido una batalla campal en las redes.

Twitter (ahora X) es desde hace tiempo el campa de batalla entre los simpatizantes de Aliança Catalana y el entorno de la CUP. Con motivo de la manifestación de Ripoll se han dedicado insultos y amenazas, unos llamando "fascitas y racistas" a los de Aliança Catalana, los otros llamandos "apestosos y piojosos" a los de la CUP. 

La extrema izquierda cuenta con el apoyo de los principales medios de comunicación en Cataluña, públicos o subvencionados. En cambio, la fuerza de Aliança Catalana, marginada del establishment político y mediático, se encuentra en las redes. De ahí que durante los últimos días Twitter ardiera con mensajes cruzados entre simpatizantes de Aliança Catalana, muy movilizados en las redes, y los cupaires, que contaban con apoyos como Ruben Wagensberg y Oleguer Preses.

Los antiorriolistas contaban también con el apoyo de los CDR y otras estructuras procesistas venidas a menos. Por eso esta guerra se ha planteado también como la lucha entre un procesismo en el ocaso, sin apenas músculo ni capacidad de movilización, y un independentismo radical aún minoritario pero en ascenso y con el contexto a favor.

El choque se saldó sin baño de masas ni altercados (mucho ruido y pocas nueces), pero la escalada promete ir a más. 

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