
La mochila de ERC empieza a ser demasiado pesada para Salvador Illa
Cataluña sigue en manos de ERC y los Comuns, y esto hipoteca la gran transformación proyectada por el PSC
Esta ha sido una semana complicada para Salvador Illa. Empezó con su comparecencia en el Parlament por la crisis del apagón, y terminó con el enfrentamiento entre sus socios por la tasa turística. Poco a poco, a Illa se le va poniendo cara de Pere Aragonès y se va difuminando su ficción de gobernar plácidamente con ERC y Comuns.

Illa asumió la presidencia de la Generalitat con la consigna de evitar los errores que habían condenado al anterior gobierno de ERC. Eso le llevó a basar su mandato en el éxito de la gestión y el máximo consenso para afrontar los retos. Pero el estallido de varias crisis en los primeros meses, y su errática estrategia de alianzas, han debilitado su posición.
Al atarse a ERC y los Comuns, no solo fió su suerte al eslabón más débil del Parlament, sino que impidió cualquier consenso con el resto de su fuerzas. Pese al relato de la ruptura con el Procés, el Govern Illa está siendo continuista respecto al anterior ejecutivo. Y no solo ideológicamente, sino también en la inercia y las formas de hacer.
El peligro de acabar como Aragonès
Lo único que diferencia a Illa de Aragonès es el contraste entre el talante conciliador del primero y la arrogancia del segundo después. Uno de los errores de Aragonès fue creer que podía gobernar de espaldas al Parlament con tan solo 33 diputados. Illa gobierna con 42, pero entendió que debía tender la mano para generar mayorías.
No tardó en darse cuenta de que, en plena polarización ideológica del Parlament, conciliar a la izquierda con la derecha era una quimera. Optó entonces por asirse a ERC y los Comuns, pensando que la debilidad de unos y otros les convertía en socios fiables. El pacto de la vivienda, con la CUP incluida, parecía darle la deseada estabilidad parlamentaria.
Pero subestimó la volatilidad de los Comuns, que ya tumbaron el gobierno republicano por un ataque de orgullo con el Hard Rock. Ahora han vuelto a dinamitar la alianza de gobierno enfrentándose a ERC por la tasa turística. Lo cual ha abierto una nueva crisis en el ejecutivo, y ha evidenciado que sigue siendo débil e inestable.
Crisis e inestabilidad crónica
El PSC recibe así una de las herencias más pobres de ERC, la de la inestabilidad crónica que derivó en parálisis institucional y decadencia política. Mas allá del relato, poco ha cambiado en la forma de proceder. Siguen las negociaciones a contrarreloj, los acuerdos in extremis y una política condicionada por minorías radicales.

Por si fuera poco, el PSC arrastra otra de las crisis provocadas por ERC, y que puede acabar saliéndole caro. Se trata de la corrupción en torno a la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA). Aunque se produjo bajo la dirección de ERC, el PSC se ve arrastrado por el pacto de silencio obligado con su socio prioritario.
Ahora la oposición ve la debilidad del Govern y le acorrala para que tome medidas en este asunto. Es un ejemplo del precio que está pagando Illa para fiar su gobierno a los partidos más castigados en las última elecciones.
La mochila ideológica también pesa
Aunque la pesada mochila de ERC es también ideológica, y esto está impidiendo al PSC marcar su sello en el nuevo gobierno. El caso más flagrante es el de la seguridad. Illa prometió dar un giro en Interior, pero a las primeras de cambio se ha demostrado que es incapaz siquiera de dar seguridad jurídica a los agentes.
Lo mismo ocurre con la energía, donde esta misma semana ERC dejó claro a Illa que no permitirían dar un paso atrás en la transición ecológica. El PSC también se ha visto obligado a comprar el modelo de ERC y los Comuns en vivienda y turismo. Incluso ha cedido en temas como las delegaciones catalanes en el extranjero (las famosas embajadas) y en la polémica del delegado en la Cataluña norte.
Esto hipoteca el ambicioso proyecto de transformación de Cataluña que presentó Illa ante el Parlament el pasado mes de agosto. Porque en la práctica siguen funcionando las mismas lógicas y el mismo motor ideológico. Lo cual por ejemplo compromete la relación de Illa con los empresarios y el despliegue de sus medidas económicas.
Illa gobierna sin presupuestos, con una frágil minoría y con unos socios cada vez más radicalizados y enfrentados entre sí. Las conseuencias las puede acabar pagando el propio Illa si acaba como Aragonès. Pero de momento las están pagando los catalanes.
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