Las nuevas leyes machistas en Afganistán retratan a la izquierda catalana
La reacción de los dirigentes de izquierdas por la última medida de los talibanes ha generado una oleada de indignación
Los talibanes, que retomaron el poder en Afganistán en 2021, han aprobado varias leyes machistas que serán de obligado cumplimiento en todo el país asiático. La más destacada es la de la prohibición del sonido de sus voces en público. Y es que consideran que es “un atributo íntimo que no debe ser escuchado en público”. No se permite, pues, que “canten, reciten o lean en voz alta”.
Este paquete de medidas también incluye la obligatoriedad de cubrirse por completo con un burka para evitar las “tentaciones” de los hombres. Y también la prohibición de viajar solas o que solamente puedan mirar a los hombres con los que tengan un parentesco cercano. Esta noticia, que se conoció hace unos días, ha generado indignación en todo Occidente. Y ha servido, también, para retratar a la izquierda catalana.
Por aquello del “internacionalismo”, Nuestra izquierda nos tiene acostumbrados a implicarse o pronunciarse en noticias que aparecen en cualquier parte del mundo. El ejemplo más claro es la guerra en Gaza entre Israel y el grupo terrorista palestino Hamás. ¿Manifestación del 8 de marzo? Banderas palestinas. ¿Campaña para las elecciones catalanas? Palestina día sí, día también. ¿Día del Orgullo? Otra vez banderas palestinas. ¿Manifestación por una sanidad pública? Más banderas palestinas.
En esta ocasión, pero, las reacciones han brillado por su ausencia. ¿Ha dicho algo Tània Verge, exconsejera de Igualdad y Feminismos de la Generalitat? Su reacción ni está ni se la espera. Justo, precisamente, la semana en la que se ha confirmado la multa de 10.001 euros a Sílvia Orriols por decir que "el Islam es incompatible con los valores occidentales".
¿Quizás Najat Driouech ha dicho algo al respecto? Pues tampoco. La diputada de ERC que luce el velo islámico en el Parlament (y que incluso llegó a justificar que no se prohiba el uso del burka) lleva tiempo sin pronunciarse en sus redes sociales. Tampoco por la noticia sobre las leyes machistas impulsadas por talibanes en Afganistán.
¿A lo mejor algún diputado de los Comuns o de la CUP? ¿Ada Colau? ¿Basha Changue? Pues no, ni una palabra sobre esta cuestión. Curioso y ensordecedor silencio de aquellos que permiten (e incluso defienden y promocionan) el uso del velo islámico, los niqabs y los burkinis en Cataluña con la excusa de la “libertad de elección” de estas mujeres.
Polémicas palabras de Lluc Salellas, alcalde de la CUP en Gerona
Quién sí que ha hablado sobre el tema es Lluc Salellas, alcalde de la CUP en Gerona. Y muchos han pensado que quizás hubiera sido preferible el silencio. “Silenciar -literalmente- todas las mujeres de un Estado es de un totalitarismo y de un machismo hiperbólico. Es asqueroso y es consecuencia nefasta del rol y los juegos imperialistas que han favorecido a los talibanes en este lugar asiático”, afirmó. Como resumen: la culpa de que las mujeres no puedan hablar en público, deban vestir burka y no puedan viajar solas en Afganistán es de los Estados Unidos.
Muchos usuarios reprocharon al cupaire su doble moral respecto al uso de prendas que denigran a las mujeres en contextos islámicos. “¿En Manresa también es consecuencia del rol y los juegos imperialistas? Hipócrita”, le señalaba uno. Acompañaba su respuesta con varias fotos captadas en esta localidad catalana en la que se ven varias mujeres usando niqabs.
“Pues en Salt he visto a mujeres tapadas así y siempre decís que es su cultura”, decía otro. “En Afganistán, caca; en Gerona, multiculturalidad respetable, ¿es así?”, “vosotros lo defendéis en Cataluña” o “las mujeres con hijabs en tu ciudad también sufren totalitarismo y machismo hiperbólico. Pero no lo denuncias”, son algunas de las casi 400 respuestas que recibió el dirigente de la CUP en su polémica publicación.
Una vez más, pues, nuestra izquierda queda en evidencia ante los malabares que deben hacer para defender según qué cosas y criticar otras. Y la última noticia sobre Afganistán no deja de ser el último ejemplo de un currículo lleno de doble moral.
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