Gabriel Rufián con camisa blanca y corbata azul sentado en una sala, con la mano en la barbilla y expresión pensativa.
POLÍTICA

Las izquierdas se ponen nerviosas al descubrir que son minoría

Tras años gobernando, ahora culpan al resto de no querer solucionar los problemas del acceso a la vivienda

Los últimos años de la política, tanto catalana como española, han estado dominados por la izquierda. Concretamente, por la izquierda woke. Sí, porque de todos esos temas que la izquierda dice abanderar, pocos avances ha habido a pesar de gobernar en el último lustro largo. 

A la gente cada vez le cuesta más llegar a fin de mes (en Cataluña, uno de cada cuatro personas está en riesgo de pobreza). El paro en España sigue siendo el más alto de la Unión Europea. Y el acceso a la vivienda está lejos de solucionarse. Solo por poner tres ejemplos.

Primer plano de Íñigo Errejón con la mano en la sien, mirando al horizonte con cara pensativa

Eso sí, Antonio puede ir al registro a cambiarse el DNI y convertirse mágicamente en mujer. Las políticas proinmigracionistas del ‘Queremos acoger’ están a la orden del día. Y tú, que no puedes comprarte un coche nuevo, tienes prohibido circular por el centro de tu ciudad, no vaya a ser que destruyas definitivamente el planeta con tu Ford Fiesta del año 2003.

Esa izquierda que ha tenido el control de las instituciones y del relato político en los últimos años está viendo ahora cómo su hegemonía se desmorona. Está pasando aquí y está pasando en toda Europa. Es cierto que este cambio de hegemonía está yendo más lento en Cataluña y España en general que en países como Francia, Alemania o Italia. Pero también se está dando.

A pesar de que Pedro Sánchez alardeaba de una mayoría progresista para ocupar cuatro años más la Moncloa, esta legislatura se está empezando a caracterizar por las derrotas de esta supuesta “mayoría progresista” que nos dijeron que había en el Congreso. La última muestra la tuvimos este martes en la regulación de los precios de los alquileres de temporada. Una propuesta tumbada por los votos negativos del PP, Vox y Junts.

Míriam Nogueras, con cara de enfadada, sentada en su escaño en el Congreso de los Diputados

Que partidos de derechas o de centroderecha (en el caso de Junts con muchos matices) voten en contra de solucionar problemas a golpe de regulación es algo relativamente normal en un país relativamente normal. Pero la izquierda no se lo ha tomado demasiado bien. 

Y es que la reacción a la pérdida de esta votación ha sido acusar de extrema derecha al partido de Puigdemont. Rufián decía el miércoles que el PP, Vox y Junts forman parte del “bloque de la derecha y la ultraderecha”. Más allá de utilizar falacias ad hominem a estas alturas, una parte de la izquierda ha llegado a un punto de considerar extrema derecha no querer regular alquileres. 

No solo ERC utilizaba la etiqueta “extrema derecha” para criticar a Junts. Perfiles oficiales de partidos como Podemos o la CUP acusaron a los juntaires de “sumarse a la ultraderecha” o de “proteger a la ultraderecha”. En un momento en el que ya prácticamente todo es extrema derecha, seguramente ya no viene de una más. Al final, es la táctica que desde hace tiempo utiliza la izquierda: acusar de extrema derecha al que no piensa cómo ella con el objetivo de deshumanizar y desacreditar al adversario político.

Parece, pues, que a esta izquierda le está costando asimilar la realidad. Y es que, más allá de quién ocupe la Moncloa, son minoría en el Congreso. Y, viendo la tendencia que hay en la política europea, no tiene pinta de que esto vaya a cambiar en el próximo ciclo político. A pesar de gobernar en los últimos años, no apuestan por la autocrítica. Apuestan por intentar insultar a sus rivales, ya sea acusándolos de extrema derecha o de ser los culpables de que niños de 10 años se queden sin un lugar donde vivir.

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