Hasta los más fieles se hartan de Puigdemont
Duras críticas contra sus últimos movimientos
Carles Puigdemont ha dado esta semana una nueva vuelta de tuerca en sus estructuras de poder. El lunes disolvió la Asamblea del Consell de la República, el órgano parlamentario del gobierno en el “exilio”. Y el jueves transfirió las funciones de la ejecutiva de Junts a un nuevo órgano permanente integrado por su núcleo duro.
Los últimos movimientos de Waterloo tienen como objetivo asegurar la unidad de acción en un momento decisivo para el futuro del partido. Puigdemont tiene previsto comparecer el martes para anunciar sus condiciones a la investidura del Gobierno. Empezará entonces la negociación definitiva para la formación de gobierno en España.
Junts se encuentra en una posición delicada. El bloqueo de la investidura puede suponer la pérdida de una oportunidad histórica para imponer las condiciones del independentismo, pero rebajar las demandas de amnistía y referéndum sería visto como una traición. Por eso Puigdemont quiere tenerlo todo controlado.
Prepotente, español, bonapartista
La disolución de la Asamblea de Representantes del Consell de la República ha dejado al descubierto la impopularidad de la que goza actualmente Puigdemont. Los miembros de este “parlamento en el exilio” han mostrado su indignación. Creen que es una maniobra de Waterloo para marginar a los críticos.
Puigdemont arguyó que la disolución de la asamblea responde a un intento de refundar el órgano para hacerlo más efectivo. Pero sus miembros atacan a Puigdemont por sus formas “prepotentes y españolas”. Incluso le tildan de “bonapartista” por su intención de “liquidar la democracia interna”.
Además, afirman que el proceder es “contrario a los valores de la república en la que pretendemos vivir”. A su parecer, la disolución vulnera el Código General del Consell, con un “menosprecio” a los miembros de la Asamblea de Representantes.
Autoritarismo en el Consell
El duro comunicado se añade a las críticas que recibe el Consell de la República desde hace tiempo por parte de sus miembros. El sector crítico no solo critica el autoritarismo del sector de Puigdemont, sino que también pone en cuestión la utilidad del instrumento. Creen que se ha convertido en un chiringuito del expresident, lejos de su objetivo inicial que era implementar la república catalana.
Muchos miembros ven con preocupación la desaparición de un órgano de debate que hacía de contrapeso del Govern del Consell. Ahora se pone en marcha un largo procedimiento durante el cual no habrá un parlamento que discuta las propuestas de la ejecutiva, controlada por Puigdemont y su núcleo duro. Es decir, que estos gobernarán sin oposición.
Puigdemont niega que se trata de una maniobra para limpiarse a la oposición mientras duren las negociaciones en Madrid. Pero en el Consell aseguran que hay gente muy enfadada. Una indignación que se suma al enfrentamiento cada vez mayor de las bases independentistas con su líder supremo.
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