La guerra interna que se avecina en Junts
Todo apunta a que el puigdemontismo se impondrá en el futuro congreso juntaire,pero dos sectores más ya afilan cuchillos
Los días 25, 26 y 27 de octubre, Junts per Catalunya celebrará un congreso para redefinir los liderazgos y estrategias del partido para el futuro. Sobre el papel, todo parece indicar que la formación procesista se reestructurará con Carles Puigdemont como líder indiscutible. Sin embargo, algunos sectores internos ya están afilando los cuchillos.
Previsiblemente, Puigdemont será proclamado, de nuevo, presidente de Junts (ya lo fue hasta el año 2022). La idea, admitida en público por el secretario general del partido, Jordi Turull, es que Junts se convierta en la punta de lanza del procesismo.
“Liderar el independentismo”, dicen ellos, y aglutinar todas aquellas “personas que no quieren bajar los brazos” tras la investidura de Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat. En otras palabras, quieren convertir el partido en un movimiento que sea capaz de hacer una opa a ERC. Y liderar así el procesismo, aprovechando que los republicanos siguen en caída libre.
Para ello, Junts tiene previsto abrir el congreso a “personas independientes” y que tengan “relevancia”. También a socios de movimientos, plataformas y partidos con los que los juntaires han hecho coalición en las últimas citas electorales. Quieren ser “el pal de paller del independentismo”, aseguran. Es decir, meter ahí dentro perfiles liberales, conservadores y socialdemócratas que tengan como objetivo prioritario la independencia de Cataluña.
Tampoco es que sea precisamente una idea nueva. De hecho, actualmente Junts ya es algo así. Perfiles pragmáticos como Jaume Giró están conviviendo con activistas que bien podrían militar en la CUP como Aurora Madaula. Sin embargo, ahora quieren dar otra vuelta de tuerca a esta idea. Siempre, eso sí, con la condición innegociable de que todo gire alrededor de Carles Puigdemont.
Laura Borràs, en la cuerda floja
Porque una cosa es la estrategia de la formación -hacer todavía más transversal el partido- y la otra es redefinir los liderazgos. El caso que mejor lo ejemplifica es el de Laura Borràs, actual presidenta de Junts. La expresidenta del Parlament, condenada e inhabilitada por corrupción, forma parte de este sector que podríamos llamar activista. Todavía se recuerda su acto para reivindicar el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) como si de una dirigente de la CUP o los Comuns se tratara.
Pero Laura Borràs tiene los días contados al frente de la formación. Ya hace tiempo que perdió su batalla interna con el sector Turull-Puigdemont. Lleva meses perdiendo peso dentro de la formación y, a pesar de ser la presidenta, su figura ha quedado relegada a participar en algunos actos y poco más. Desde las elecciones generales del año pasado, quién ejerce de presidente de facto es Puigdemont -junto a Turull-. Pero no solo ella está en la cuerda floja.
Previsiblemente, Laura Borràs será recolocada a otros órganos dirigentes de Junts. Y lo más seguro es que otros afines a ella también caigan de la nueva dirección. Todo apunta a que el actual secretario de organización, David Torrents, y la vicepresidenta Aurora Madaula también dejarán sus respectivos cargos. Será la estocada definitiva al borrasismo.
Este movimiento, pero, puede tener sus consecuencias internas. De momento nadie se atreve a desafiar públicamente al oficialismo encarnado en Turull y Puigdemont. Pero al sector afín a Laura Borràs no le hace ni pizca de gracia esta estrategia de apartar al borrasismo de la dirección de Junts. Consideran un error prescindir de la figura de la expresidenta del Parlament, que poco o mucho, todavía tiene apoyos entre una parte de las bases a pesar de su condena por corrupción.
El tercer sector en discordia
La batalla interna no solamente se libra entre el sector Turull-Puigdemont y el sector Borràs. También hay que tener en cuenta el sector pragmático que hay dentro de Junts. Aquellos que creen que es el momento de dejar atrás ideas fantasiosas como la DUI e introducir en el partido sectores activistas socialdemócratas y apostar por recuperar las esencias convergentes. Es decir, volver al pragmatismo y consolidarse como un partido nacionalista/independentista de centroderecha. En otras palabras, dejarse de mantras transversales y defender desacomplejadamente cierto espectro ideológico.
Este sector, por ahora, no está excesivamente estructurado (a pesar de estar en proceso de serlo). Y es un sector que, en estos momentos, calla y no cuestiona la estrategia mesiánica de Turull y Puigdemont. Más que nada porque ahora mismo tiene las de perder. Pero este sector existe y tiene ganas de reivindicar su idea de partido e intentar que, por lo menos, Junts sea valiente en cuestiones como la seguridad o la inmigración. Pero mientras Puigdemont y su ego sigan empeñados en seguir liderando la formación 7 años después del procés, se intuye complicado giro radical al respecto, ya que se seguirá primando el "octubrismo", el transversalismo y evitar todo aquello que sean temas considerados delicados.
Pero el expresident tarde o temprano se irá a su casa. De hecho, ya prometió que dejaría la política activa si no era investido, pero ya no viene de una mentira más a sus votantes, claro. Será entonces cuando, seguramente, la estrategia seguida por Junts en los últimos años será más cuestionada que nunca.
En definitiva, a finales de octubre el partido cerrará filas alrededor de Puigdemont. Pero con un caldo de cultivo peligroso. Tarde o temprano -y ya veremos si será en octubre-, varios sectores descontentos pueden hacer estallar la paz forzada e impuesta por el fugado de Waterloo. Del mismo modo que ERC parecía un oasis y la guerra interna acabó desencadenándose casi de un día para otro, en Junts acabará pasando lo mismo.
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