El gran dilema de Junts en la oposición
La cúpula se debate entre la oposición responsable o destructiva en pleno debate sobre la renovación interna
ERC ha asestado con el acuerdo de investidura de Salvador Illa un duro golpe a Junts. El grupo parlamentario que preside Albert Batet tendrá que pasar los próximos cuatro años en la oposición si la investidura o la legislatura no acaban descarrilando por un giro inesperado de los acontecimiento. De hecho, la cúpula de Junts está diseñando ya su estrategia con la convicción de que pasarán los próximos años en la oposición.
La formación de un gobierno socialista tendrá dos consecuencias inmediatas en Junts. Por un lado, influirá en el futuro político de Carles Puigdemont, tanto en lo que respecta a su regreso como a su continuidad al frente del proyecto. Por otro lado, qué actitud debe tomar el grupo parlamentario en la oposición y si debe ejercer una oposición dura de desgaste o intentar influir en las políticas del gobierno.
El inicio de la legislatura está marcado indudablemente por la animadversión entre Junts y ERC y el resquemor hacia el PSC tras haber ganado la batalla de la investidura. Un sector del partido considera que hay que ejercer una oposición dura y convertir la legislatura en un infierno tanto para el PSC y los Comuns como para ERC. Sin embargo, el sector posibilista de Junts cree que hay que intentar negociar las grandes leyes y los presupuestos para imponer su modelo de orden pero también para debilitar a Esquerra.
¿Oposición dura o posibilismo?
ERC ha asestado un duro golpe a Junts con la investidura de Illa, pero también les ha dado una ventaja inesperada al renunciar a entrar en el gobierno. En el partido de Puigdemont creen que una ERC en la oposición será mucho más débil y que esto obliga a Junts a tomar la iniciativa en las grandes leyes y los presupuestos. Los juntaires no olvidan que son el segundo partido del Parlament, y que con quince diputados más que ERC tienen la oportunidad de fraguar una sociovergencia en la sombra.
En otro sector del partido se ha impuesto el pesimismo y creen que viendo los acuerdos de investidura ERC-PSC y PSC-Comuns no hay ninguna posibilidad de influir en el nuevo gobierno. Por eso plantean una oposición dura, de desgaste, que tendrá que llevarse a cabo de dos formas. Primer y sobre todo, bloqueando y entorpeciendo la acción legislativa del gobierno, y en segundo lugar, con dureza retórica en sus intervenciones en el pleno, en las ruedas de prensa y en las redes sociales.
En Junts saben que las negociaciones de los presupuestos serán duras y que la legislatura se les hará muy larga al PSC y, sobre todo, a ERC. Por eso deben entrar en la negociación de las cuentas para entorpecer los planes y generar dudas en el tripartito. Por otro lado, quieren llevar a cabo una auténtica guerra mediática basada sobre todo en el señalamiento de ERC como traidores y presentando a Puigdemont como la única alternativa para la supervivencia de Cataluña y el independentismo.
El futuro del partido y de Puigdemont, en el aire
La investidura de Salvador Illa condiciona también el debate interno en Junts y el futuro de Carles Puigdemont. El expresident está dispuesto a volver para boicotear la investidura, pero al mismo tiempo es consciente de las consecuencias que esto puede tener a largo plazo. Sobre todo porque voces internas piden una transición en la cúpula que deje atrás la etapa puigdemontista para volver a las esencias convergentes.
Se extiende la idea de que últimamente a Puigdemont no le sale nada y ha perdido su aura de líder mesiánico. Cada vez hay más dudas de si el expresident, con un bagaje demasiado pesado a sus espaldas, está capacitado para afrontar esta nueva etapa en el partido. Creen que esta nueva etapa exige un liderazgo más firme y responsable, y que la conducta errática y la constante improvisación de Puigdemont condena el partido a seguir perdiendo tiempo y fuelle.
Puigdemont tiene a su favor la ausencia de un líder fuerte que le pueda hacer sombra, pero también tiene un problema más que evidente. Y es que ahora mismo Puigdemont no tiene cargo orgánico y el partido tiene pendiente un congreso nacional para resolver la crisis interna. En ese congreso el sector conservador podría plantear una oposición para iniciar una nueva etapa post-Puigdemont en Junts.
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