Montaje de Gemma Ubasart, Pere Aragonès y Pablo Iglesias
POLÍTICA

Gemma Ubasart, la amiga de Iglesias señalada por el caos en las cárceles catalanas

ERC le entregó la cartera de Justicia por su prestigio en el àmbito del sistema penitenciario y los derechos humanos


Corría el mes de febrero de 2015 cuando Pablo Iglesias pensó en Gemma Ubasart para encabezar el proyecto de Podemos en Cataluña. La formación, creada un año antes, había conseguido colocar cinco diputados en el Parlamento Europeo y preparaba su “asalto a los cielos” de la política nacional. Cataluña, en plena efervescencia procesista, era un territorio clave para las aspiraciones de crecimiento del partido.

Iglesias recurrió a Gemma Ubasart para asumir el reto de la incursión de Podemos en el tortuoso escenario político catalán. Además de ser amiga suya, reunía algunas cualidades que la convertían en una candidata ideal. Venía de la Ciencia Política, como el núcleo duro de los fundadores de Podemos, y era especialmente sensible al espacio procesista en auge gracias a su defensa del derecho de autodeterminación.

Primer plano de Gemma Ubasar con cara seria sentada en su escaño del Parlament y apoyando su barbilla en su puño izquierdo

Fue precisamente esa convicción la que le hizo romper con la dirección en octubre de aquel mismo año, y volver a la universidad. Su perfil de tertuliana le hizo ganar prestigio, y Pere Aragonès se fijó en ella cuando decidió ampliar el espectro ideológico del Govern tras la ruptura con Junts. Gemma Ubasart está ahora en el foco de polémica por la crisis de las cárceles catalanas, que tiene mucho que ver con su trayectoria ideológica.

De amiga de Erasmus de Pablo Iglesias a defensora del buenismo en las cárceles

Gemma Ubasart y Pablo Iglesias se conocieron en las calles de Bolonia cuando ambos eran unos jóvenes estudiantes de Erasmus. Quince años más tarde, Pablo le propuso a Gemma liderar Podemos en Cataluña, y ella aceptó aunque aquella aventura no salió bien. Prefirió volver a la docencia y la investigación, tarea que compaginaba con una activa presencia en los medios como analista de la actualidad catalana.

La politóloga llegó a la primera línea de la política con un sobrado bagaje intelectual, como especialista en la investigación sobre el sistema penal y los derechos humanos. Esta faceta hizo que ERC se fijara en ella para asumir la cartera de Justicia en 2022, cuando tocaba ampliar el espectro ideológico para gobernar en solitario. Su reto era doble, por un lado agilizar los trámites de una justicia demasiado lenta, y por otro poner orden en un sistema carcelario sometido a una presión cada vez más asfixiante.

En este apartado, Ubasart ha tratado de trasladar al sistema penitenciario catalán su abecé de las teorías antipunitivas que predominan en la izquierda. En una entrevista el año pasado en El Periódico, la consejera instaba a “caminar hacia un objetivo de contención mecánica cero como dictan los organismos internacionales y las instituciones europeas”. También se mostraba a favor del tercer grado penitenciario o de semilibertad, porque “el tratamiento y la reinserción es más fácil desde el medio abierto”.

De la obsesión antipunitivista a la crisis de las cárceles catalanas

La consejera se encontró atrapada en medio del fuego cruzado entre los funcionarios de prisiones y las organizaciones de derechos humanos. Los trabajadores de los centros penitenciarios llevan tiempo pidiendo el cambio de unos protocolos buenistas que les resta cualquier autoridad ante los presos. En cambio, la izquierda acusó a la consejera de ceder ante las presiones de los sindicatos para aprobar “medidas coercitivas que llevan a un trato inhumano o degradante” de los reclusos.

Montaje de Gemma Ubasart y una de las manifestaciones en las prisiones de Cataluña

La introducción de directivas y protocolos para evitar la coerción en las cárceles ha acabado provocando lo que los funcionarios llevaban tiempo alertando. El asesinato de una cocinera a manos de un preso violento que había sido expedientado pero devuelto a la cocina es la demostración de que algo estaba fallando. Los funcionarios piden ahora la dimisión de la consejera, pero esta no solo se cierra en banda sino que amenaza con sancionar a los trabajadores que protestan.

La contradicción de todo esto es que las organizaciones de derechos humanos que en su día denunciaron a Ubasart, ahora le hacen la campaña ideológica. Así es como la politóloga amiga de Pablo Iglesias se ha convertido en el triste epitafio de un Govern de ERC que pasará a la historia por su incompetencia. Su ceguera ideológica y su arrogancia política son un buen ejemplo del fondo y las formas de este gobierno el último año y medio.

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