El fracaso de Zelenski
Las cosas no van como el presidente ucraniano querría
A pesar de las noticias de Moscú, supongo que todo el mundo sabe a estas alturas que la famosa contraofensiva ucraniana ha fracasado. Si no lo dice nadie lo diré yo.
Tampoco hay que ser un Clausewitz para darse cuenta, pero es curioso porque ningún medio occidental se ha atrevido a titular: “Fracasa la ofensiva de Zelenski”. Lo recuerdo porque, en principio, tenía que ser una ofensiva de primavera. Estamos ya en verano -rozando julio- y no hay avisos de grandes éxitos.
Tuve los primeros indicios a mediados de junio. Recuerdo que el pasado día 12, La Sexta informó que “Kiev anuncia la liberación de cuatro pueblos”. En las imágenes se observaba a unos soldados colocando una bandera ucraniana en una casa convertida en un montón de ruinas. Ahí ya se veía que los deseos no coincidían con la realidad. Puro ‘wishful thinking’.
Mientras que La Vanguardia ya hablaba el sábado de “contraofensiva diplomática”. Señal que las cosas no van como Zelenski querría.
Voy a hacer dos consideraciones estratégicas a pesar de que mi conocimiento del llamado ‘arte de la guerra’ -esto de ‘arte’ es un eufemismo- es similar al de la vida sexual de las abejas o la física cuántica.
Primero: las ofensivas no se anuncian a bombo y platillo.
A mí me recordó, salvando todas las distancias, al desembarco en Mallorca durante la Guerra Civil (1936). La famosa expedición del capitán Bayo. Fue una ofensiva también anunciada en los periódicos republicanos. Acabó en desastre como se sabe. Amén de otros errores de descoordinación, logística y chulería.
Segundo: es más fácil defender que atacar. Si no, que se lo pregunten a Napoleón en Waterloo. O, mejor dicho, a su rival: el duque de Wellington. El emperador francés solo sabía atacar. Así acabó.
Cuidado que, en esto, los rusos son unos maestros consumados. Basta recordar la Batalla de Kursk. Hitler retrasó la ofensiva hasta julio de 1943. A la espera de los nuevos Tiger y Panther.
Manstein, el mariscal alemán al mando, querría haber desencadenado el ataque meses antes. Cuando al final se libró la batalla, los soviéticos habían construido hasta seis líneas de defensa. Era impenetrable.
Hitler tuvo finalmente que dar su brazo a torcer porque los Aliados desembarcaron en Sicilia el 9 de Julio. La Italia fascista se tambaleaba.
En fin, a Zelenski ya solo le queda intentar arrastrarnos a la guerra.
El conflicto ruso-ucraniano -desde luego una invasión de Moscú mal calculada- nos ha pillado además con la peor clase política comunitaria en mucho tiempo: Ursula Von der Leyen, Charles Michel y hasta Josep Borrell.
Incluso los líderes europeos que apoyan a Zelenski -Shunak, Macron, etc- lo hacen más por razones de política interior que exterior.
No estamos en 1939, ni siquiera en 1938 tras la crisis de Múnich, estamos en 1914, cuando, en pleno verano, Europa se abocó a una guerra por una serie de decisiones sucesivas. Las declaraciones de guerra caían una detrás de otra como fichas de dominó.
Es cierto que la guerra empezó aquel fatídico 22 de febrero del 2022. A la hora de publicar estas líneas llevan ya 488 días de conflicto. Y, de momento, no ha superado los límites geográficos. Pero el mundo se ha vuelto más inestable y peligroso. Además, las guerras tienden a descontrolarse.
Ya lo dijo Clausewitz: “No hay ninguna actividad humana que esté tan constante y generalmente en contacto con el azar como la guerra”.
Crucemos los dedos.
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