
Una escisión interna ataca a la CUP por su 'deriva reaccionaria'
Esta situación era previsible: los partidos antisistema tienden a la pureza ideológica y a la división interna
La CUP vive una profunda crisis tras su enorme fracaso electoral en las últimas elecciones autonómicas. El llamado “Procés Garbí”, un cambio de estrategia para hacer de la CUP un partido más accesible a los pactos, no ha sido bien recibido por todos los sectores. Esta estrategia busca posicionar a la CUP como un actor que puede torcer el brazo al PSC en el marco del Parlament.
Sin embargo, este giro hacia una postura más negociadora ha generado un gran malestar dentro de los sectores más radicales. Estos sectores acusan a la nueva dirección de la CUP de adoptar posiciones que contradicen su esencia. Destacan, por ejemplo, su implicación en la gestión institucional y su acercamiento al PSC, un partido que históricamente se ha visto como adversario ideológico.

Uno de los ejemplos más recientes que ha puesto en evidencia esta división interna es el artículo publicado por Àlex Altadill en la revista Horitzò. En su artículo, Altadill denuncia lo que considera una “deriva reaccionaria” de una parte del partido. Se refiere, en esencia, al apoyo de la CUP en Gerona a un desalojo llevado a cabo por el gobierno municipal.
Altadill afirma que la CUP está traicionando sus principios al respaldar las políticas de desalojo que afectan a familias trabajadoras. En su crítica, también señala la contradicción entre la supuesta postura antisistema de la CUP y su alineamiento con políticas institucionales que favorecen el sistema capitalista. Asistimos, en fin, a la clásica tensión entre el purismo ideológico y la realidad de la gestión del poder.
¿La última bala que le queda a la CUP?
La crítica no se limita a las decisiones tomadas por los alcaldes 'cupaires', sino que también apunta a un giro ideológico más amplio dentro del partido. Altadill se refiere a este cambio como una forma de "dilución" dentro del movimiento popular, en la que la CUP pierde su identidad original. Según él, el partido está cediendo a la tentación de la negociación política con las fuerzas del poder, lo que pone en peligro su legitimidad como organización revolucionaria.
En el marco de esta encrucijada, la CUP se enfrenta a una situación muy delicada e incluso existencial. La gran incógnita es si este cambio de rumbo le permitirá resurgir o, por el contrario, si esta es la última legislatura del partido. Lo que nadie parece advertir dentro del partido es que la degradación de la CUP es solo un caso particular de la degradación del procesismo.
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