Dos mujeres hablando frente a un fondo con gráficos de líneas de colores.
POLÍTICA

ERC y Sumar: por qué se está hundiendo la izquierda

Además de las tensiones orgánicas los partidos progres atraviesan una crisis de credibilidad

El terremoto Errejón, que amenaza con acabar de hundir del todo el ya desgastado proyecto de Sumar, ha quitado estos días el foco de otra crisis, la de ERC. En realidad, ambas crisis son vasos comunicantes. La descomposición fruto de las luchas internas coincide con una caída electoral, y escándalos como el de Errejón en Sumar o el de la estructura B en ERC que acaban por dinamitar la poca credibilidad que les queda.

En el caso de Sumar, el caso Errejón ha hecho emerger la ruptura de la izquierda española que llevaba tiempo fraguándose. Podemos ha aprovechado para vengarse de Yolanda Díaz y dentro de Sumar se ha abierto una guerra entre diversas facciones como Izquierda Unida. Errejón ha sido el acelerador de una crisis que empezó con Podemos en el Gobierno y que continuó con su ruptura interna y la aparición de Sumar.

En el caso de ERC hay también una evidente lucha por el poder del viejo aparato cuando las cosas han empezado a ir mal dadas. En ambos casos la crisis electoral ha sido el detonante de las crisi interna, aunque en el caso de ERC su implantación territorial le permite sobrevivir con más solvencia. Como en el caso de Podemos y Sumar, ERC también ha pagado el precio de su fracaso en el poder más allá de una retórica vacía.

Esclavos de sus errores

ERC afronta un congreso clave para su renovación, y de ello dependerá su renacimiento o quedar convertida en una fuerza residual en Cataluña. Pese a la crisis, es difícil que ERC desaparezca del todo, porque es un partido histórico en Cataluña con una sólida implantación territorial e importantes conexiones con el poder económico. 

Muy diferente es lo de Sumar, una confluencia de reciente creación, sin implantación territorial ni cuadros medios, y asentada solamente en la relevancia pública de sus líderes. El ocaso de Yolanda Díaz, que renunció a su liderazgo en junio, y la turbia caída de Errejón, dejan a la organización descabezada e incapaz de manejar la crisis.

Pero más allá de las diferencias, que son evidentes, ERC y Sumar son al final esclavos de sus propios errores. Esquerra, por haber alimentado un procés del que se apeó a las primeras de cambio iniciando un cambio de rumbo estratégico que nadie entendió. Y al que no ha ayudado el desgaste en un esperpéntico gobierno en minoría que no ha funcionado más como agencia de colocación y altavoz de toda clase de delirios woke que dan la espalda a la realidad social.

Tampoco se queda atrás Sumar, que nació como alternativa a Podemos para revertir el declive de la izquierda transformadora y ha acabado siendo una sucursal del PSOE. Cuando los electores han identificado a ERC y Sumar como meras correas de transmisión del poder, y como aparatos agotados en sí mismos, han dejado de votarles. Y esto, lejos de favorecer una corrección, ha intensificado las luchas internas que agotan las energías para cualquier renovación interna.

Crisis en Podemos y la CUP

Tampoco Podemos y la CUP han sabido revertir un progresivo proceso de decadencia que les ha desplazado de la centralidad política a la marginalidad. Podemos llegó a formar parte del "Gobierno más progresista de la historia", y aunque durante la etapa de Pablo Iglesias consiguió incidir en muchos avances sociales, finalmente no logró dejar su impronta. Esto explica que los morados hayan pasado de estar en el Gobierno a formar parte del grupo mixto en el Congreso.

También la CUP acusó su incapacidad de influir en el poder. Aunque llegaron a tener la llave de la gobernabilidad en Cataluña, renunciaron a entrar en el gobierno y acabaron identificados como colaboradores necesarios junto a ERC y Junts del fracaso del Procés. Esto ha coincidido con un contexto adverso de auge de las tendencias conservadoras, que igual que ERC, Sumar y Podemos, ha hecho que sencillamente su discurso deje de estar de moda.

Podemos intenta resurgir aprovechando el altavoz que aún le dan sus cinco diputados en el Congreso e Irene Montero desde el Parlamento Europeo. La CUP trata de sacar la cabeza con un proceso de regeneración basado en encuentros y asambleas y sustentado sobre la base de la que nació, el poder municipalista. 

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