Marta Rovira y Carles Puigdemont con cara de pocos amigos y de fondo una imagen difuminada del Parlament de Catalunya
POLÍTICA

ERC-Junts, relaciones completamente rotas

Dentro del espacio independentista se ha instalado un ‘sálvese quien pueda’ que beneficia sobre todo al PSC

El fin del procesismo ha constatado la evidencia de que la unidad indepe nunca tuvo suficiente fuerza para romper los intereses partidistas. El procesismo se revela entonces como una versión - muy particular - de una partitocracia que intentó superar sin éxito un marco autonómico del cual vivía.

Es decir, que el proyecto independentista fue siempre una huida hacia adelante, cuyo principal interés estaba en no llegar nunca al final. Cuando se agotó esta huida, en 2017, todo cayó como un castillo de naipes. Los efectos así lo revelan. Podemos destacar dos.

El primero es que quedó un enorme hueco de centralidad que ha capitalizado el PSC a través de un proyecto de convivencia bastante indefinido. En este sentido, no es de extrañar que haya sido alguien con el perfil de Salvador Illa el que haya recogido los frutos.

Salvador Illa con traje oscuro, con una corbata roja, en un entorno formal con cortinas rojas de fondo.

El segundo es que la pérdida del control institucional no ha reforzado la unidad indepe, como sería lo propio en un momento difícil para esta opción política, sino todo lo contrario: ha estimulado un ‘sálvese quien pueda’ en el naufragio procesista.

No hace falta remontarse a los últimos años, con un Puigdemont obrando desde Waterloo y un Pere Aragonès remodelando el Govern, para observar la rotura de las relaciones. De hecho, es suficiente con seguir los acontecimientos semanales para concluir que el procesismo ha explotado desde dentro.

¿Quién fue primero? ¿ERC o Junts?

En esencia, ERC escogió la opción menos mala a corto plazo e hizo presidente a Salvador Illa. Esto puso de los nervios a Junts, que se quedaba sin margen para repetir elecciones. Pero, una vez investido Illa, ya solo quedaba una guerra sin cuartel entre ERC y Junts. Y a eso asistimos en estos momentos.

Como es natural en estos casos, nadie tiene la culpa y siempre fue el otro el que rompió primero la baraja. A partir de aquí, se sucede un ping-pong en el que ERC alega que hace avances para Cataluña, y Junts responde que ERC ha instalado al “españolismo” del PSC en la Generalitat.

Marta Rovira explicó ayer en TV3 que intentó hacer todo lo posible para “rehacer las relaciones”, pero que no fue posible. Para desánimo suyo, dice que llegó un momento en el que “tiró la toalla”. Su conclusión es que hace falta “renovación”.

Por lo que parece, la renovación será Junqueras en ERC y Puigdemont en Junts.

Por su parte, Junts tampoco tiene ninguna culpa y también trabaja para crear esperanza, horizonte e ilusión. El lugarteniente del expresidente Puigdemont, Jordi Turull, acudió también a TV3 para responder a Marta Rovira. Según Turull, Junts trabaja en estos momentos para ser “el gran partido independentista de referencia”. Nuevamente, un proyecto particular.

Mientras tanto, PSC

El próximo episodio de esta serie llegará pronto, después de que Junts y ERC celebren sus congresos y definan sus nuevas cúpulas directivas. En el probable caso de que Junqueras y Puigdemont estén en la primera fila, la unidad indepe no parece que vaya a mejorar habida cuenta de las malas relaciones entre ambos líderes.

Imagen de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont mirando cada una para un lado

Al mismo tiempo, la guerra entre ambos partidos no perjudica a Salvador Illa, sino que le beneficia. Como es lógico, cualquier pérdida de unidad en el movimiento independentista se traduce en estabilidad para el PSC en la Generalitat.

El único espacio en el que se vislumbra una posibilidad futura de inestabilidad es en el Congreso de los Diputados. Pero mientras la amnistía no haya llegado en firme, el procesismo solo podrá ver cómo los socialistas les arrebatan el sitio. Por ahora, ya llevan el Ayuntamiento de Barcelona y Palau.

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