Plano americano de Raül Romeva, Jordi Turull, Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Joquim Forn, Jordi Sánchez y Josep Rull al salir de la cárcel con una estelada y una pancarta con el lema 'Freedom for Catalonia'
POLÍTICA

Las dos muertes en falso del Procés

Ni los indultos acabaron con el procesismo ni la amnistía servirá para acabar con sus aspiraciones, sino todo lo contrar


El 10 de octubre de 2017, el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, proclamó la declaración de independencia y acto seguido la suspendió. Días después, el Gobierno español intervino Cataluña y Carles Puigdemont cruzó la frontera en un maletero. Aquello supuso un punto de inflexión en el Procés, pero no su muerte.

El independentismo inició una larga travesía por el desierto, con una división cada vez más evidente pero aún con repuntes de movilización y activismo. Una buena muestra fueron las protestas contra la sentencia en el Procés, en octubre de 2019. A partir de entonces, el agotamiento y el errático comportamiento de los partidos procesistas y sus líderes fueron ahogando el fervor del movimiento independentista.

En los últimos años hemos asistido por lo menos a dos falsas muertes del Procés, la última de ellas esta pasada semana. El PSOE anunció solemnemente el fin de una década de conflicto en Cataluña y la apertura de una etapa de reencuentro y diálogo dentro de la Constitución. Pero esta no era la primera vez que daban por muerto el Procés sin estarlo, y cabe la duda de si esta vez ha muerto realmente.

Junio de 2021, la primera falsa muerte del Procés

En la resaca post-procés, Puigdemont optó por el camino de la confrontación desde el exilio mientras Oriol Junqueras, en la cárcel, ordenaba a su partido recuperar la estrategia del diálogo. Aquello llevó a la creación de la famosa mesa de diálogo entre el Govern de Pere Aragonès y el Gobierno de Pedro Sánchez. Una mesa, por cierto, que fue el detonante de la ruptura entre ERC y Junts en el Govern.

La estrategia marcada por Junqueras encontró su oportunidad en la necesidad del apoyo de ERC por parte del PSOE en el Gobierno de España. El resultado fueron los indultos, que Pedro Sánchez había repetido hasta la saciedad que no concedería. Su aprobación, en julio de 2021, llevó al PSOE a proclamar la muerte del Procés y la apertura de una nueva etapa de entendimiento en Cataluña.

Pedro Sánchez construyó entonces un relato en el que se presentaba como el pacificador de Cataluña tras el peor conflicto que había atravesado la democracia española. ERC y el PSOE enterraron el hacha de guerra y la mesa de diálogo estuvo más de un año sin reunirse. Pero el procés estaba lejos de acabar, y los caprichosos resultados de las elecciones del 23 de julio de 2023 se encargaron de demostrarlo.

Marzo de 2024, la segunda falsa muerte del Procés

El discurso del ministro de la Presidencia y de Justicia, Felix Bolaños, para anunciar el acuerdo sobre la amnistía el pasado jueves, es un calco del de junio de 2021. El PSOE da por finalizado el conflicto en Cataluña y anuncia una nueva etapa de concordia. Esta vez no solo han conseguido someter a Esquerra, sino también (nada más y nada menos) a Carles Puigdemont.

Montaje con un plano medio de Carles Puigdemont hablando desde la tribuna del Parlamento Europeo y otro de Pedro Sánchez haciendo lo mismo

Su triunfalismo dista mucho del relato que venden a los suyos ERC y Junts, que plantean la amnistía como un punto de no retorno hacia el referéndum de autodeterminación. El pacto con el PSOE y la amnistía suponen la condena política de Puigdemont, cuyo capital político ha quedado reducido por un puñado de escaños en el Congreso. Pero ni la amnistía significa la muerte del Procés, ni la renuncia de la vía unilateral acabará con el procesismo.

De hecho, el Procés nació precisamente como una operación para salvar al nacionalismo catalán (CiU), acorralado por la corrupción en un momento de alta conflictividad social. Como tal, su propósito no era otro que el de ir quemando etapas (pasar pantalla, decían) para conservar los espacios de poder de sus proyectos políticos. Una parte importante del independentismo ya se ha dado cuenta y ha tomado otro camino, pero el Procés y el procesismo no solo no han muerto sino que siguen muy vivos.

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