El dilema que tarde o tremprano tendrá que afrontar Junts per Catalunya
El partido de Carles Puigdemont debe dotarse de ideología una vez confirmado el fin del Procés
Junts per Catalunya presentaba las elecciones del pasado domingo como una especie de plebiscito sobre el Procés. Nadie encarna mejor la figura del uno de octubre que Carles Puigdemont, que se jugó el todo o nada el 12 de mayo. El resultado es evidente: pese a que ERC y la CUP perdían 18 diputados, Junts solo subió 3 escaños.
Antes que nada hay que recordar las palabras esta misma semana de Xavier García Albiol: el Procés ha muerto, pero no el independentismo. Carles Puigdemont es el único procesista que aguanta electoralmente y mantiene una bolsa fiel de votantes.
Ahora bien, Junts per Catalunya debería tener en cuenta que muchos electores ya no votan pensando exclusivamente en la independencia. O dicho de otra forma: con la estelada ya no basta. Si algún partido indepe quiere volver a tener opciones de tener la presidencia de la Generalitat, debe ofrecer algo más a los electores.
Lo intentó ERC, si se fijan, pero no supo leer el contexto social. El 15M ha pasado a mejor vida y las izquierdas en Europa viven una crisis profunda que ahora llega a Cataluña y llegará pronto al Estado. Y es en este momento que Junts per Catalunya debe afrontar un debate interno para dotar de ideología la formación.
El dilema de Junts y el ejemplo de su (escaso) poder local
Carles Puigdemont lo tapa todo en Junts per Catalunya. Es cierto que es su figura lo que ha permitido llegar a los 35 diputados. Es el único líder procesista con carisma y, sin embargo, solo con esto ya no les vale.
A partir de aquí, los juntaires tienen dos opciones: seguir como hasta ahora viviendo en la ambigüedad y de la figura de Puigdemont, o bien definir qué quieren ser de mayores. Si optan por la segunda opción, hay camino a recorrer y mayor espacio electoral.
Una de las conclusiones que nos dejan las elecciones del pasado domingo es que el votante catalán ha virado hacia la centralidad. El PSC supo leer este cambio y ocupó el espacio del seny que había quedado huérfano. Y, claro, es una de las explicaciones de su victoria.
Ahora bien, el PSC sigue limitado por el PSOE y con un doble rasero en algunas cuestiones que le puede pasar factura. Y es aquí donde Junts debería mirar a su escaso poder local para construir un relato. Lo está haciendo Marc Buch, alcalde Calella, o Jordi Masquef, alcalde Figueres.
Los dos son jóvenes (Buch 38 años y Masquef 44) y han logrado un discurso propio donde el orden y la seguridad son importantes, así como la moderación. En las dos poblaciones, Junts ganó pese a la amenaza de Aliança Catalana y lo hizo gracias a la tarea de su gobierno municipal.
Si Junts per Catalunya quiere volver a ser un partido de gobierno y hegemónico en el nacionalismo catalán más allá de Puigdemont, debe marcar un discurso propio. En los últimos años, los hemos visto aprobar leyes al lado de la CUP y los Comuns y no tener una idea clara en cuestiones claves como la gestión de la inmigración, la seguridad o los impuestos.
En época de crisis o de dudas, los partidos deben mirar siempre a su poder local y entender por qué ganan elecciones municipales. La fórmula es sencilla y pasa por el sentido común y el orden. Es lo que pide la gente. Es lo que han votado en las últimas elecciones.
No se trata de volver a ser Convergencia, no va de eso. Se trata de actualizar el partido, de decidir si sigue condicionado por ERC y la CUP o es valiente y tiene sus propias ideas. Ha llegado el momento.
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