
El curioso silencio de Gabriel Rufián en plena pelea entre ERC y Podemos
El portavoz de ERC mide sus silencios y confirma que se puede permitir estar al margen del partido
Gabriel Rufián sintetiza en una única figura una de las características más básicas de la partitocracia: la mezcla entre política y trascendencia mediática. Rufián ha forjado este figura a base de un perfil polarizador y muy duro. Esto explica que levante muchas pasiones en uno y otro sentido.
La influencia mediática le permite a Rufián ser un verso suelto en muchas ocasiones, algo que le ha llevado, por ejemplo, a tener mucha amistad con Podemos y sus tesis plurinacionales. A nadie se le escapa que Rufián ha tenido muchos halagos hacia figuras como Ione Bellara o Irene Montero. De hecho, ha reivindicado que Montero debería ser la lideresa de la izquierda española.
Ahora bien, otra de las características de ser muy mediático es medir los silencios, y ahora asistimos a uno de los silencios de Rufián. Estos días, ERC y Podemos se han enzarzado en un debate bizantino sobre el “racismo” de los Mossos y de Cataluña en general. En una reciente entrevista para el Ara, Belarra dijo que el traspaso de competencias de inmigración a Cataluña solo conducirá a redadas racistas y cosas por el estilo.

Esto, que ha tocado la fibra nerviosa nacionalista, ha sentado muy mal en la galaxia procesista. Han sido muchos los que han cargado contra Belarra y Podemos, entre ellos Oriol Junqueras. A través de redes, Junqueras decía sobre las palabras de Bellara que “antes, estas cosas las decían Albert Rivera e Inés Arrimadas”:
Acto seguido, apareció Iglesias para lanzarle un dardo a Junqueras y recordarle que ellos, los de Podemos, fueron a visitarle a la cárcel. “No nos faltes al respeto”, concluía Iglesias:
¿Y Rufián?
Y Gabriel Rufián no ha dicho nada. Como mucho, y como es habitual cuando quieres soslayar debates, ha compartido mensajes de personas afines a ERC. Se trata de mensajes moderados que, en el estilo de ERC, no terminan de ser muy concretos:
Lo relevante es que se confirma otra vez que Rufián es una figura política con la suficiente soberanía para no seguir los dictados del partido. Por el contrario, se puede permitir abrir debates, cerrar otros, obviar los que le convengan. De este modo, se refuerza la idea de que Rufián es un político más funcional para la maquinaria política de Madrid que de Cataluña.
De paso, Rufián ya coge sitio en el próximo escenario de un gobierno de PP, tal vez apoyado por Vox, en el que la izquierda se queda sin el paraguas sanchista. En este sentido, es de esperar alguna especie de estrategia conjunta por parte de las izquierdas “soberanistas”. Y allí Rufián tendrá un papel muy destacado.
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