La CUP, en horas bajas: y el futuro no pinta mejor
Los anticapitalistas siguen en crisis tras acumular varios fracasos electorales
La CUP está viviendo una de las peores etapas de su historia. Y no parece que esto vaya a mejorar a corto plazo. Tras perder mucha presencia en los ayuntamientos en las últimas municipales y quedarse sin representación en el Congreso, la caída hasta los 4 diputados en el Parlament culminaron un año negro para los anticapitalistas.
La pérdida de concejales y diputados ha tenido una grave afectación en sus cuentas, ya que han dejado de ingresar el dinero correspondiente a la representación política en las instituciones. Ahora, los malos resultados del pasado 12-M han dado dos golpes más a una CUP que, además, se encuentra en pleno proceso de refundación interna.
Quedarse con 4 diputados en el Parlament ha provocado que los anticapitalistas cuenten con menos dinero en sus arcas. Pero es que, además, no llegar a los 5 diputados les impide formar grupo parlamentario propio. Y eso se traduce en menos dinero, pero también en menos tiempo para poder intervenir en las sesiones en la cámara catalana.
Tener menos dinero y menos tiempo de intervención no es el único problema para el partido liderado por Laia Estrada. El debate sobre la investidura también ha alejado a la CUP del foco político. Sus 4 votos son absolutamente innecesarios para proclamar a un nuevo president de la Generalitat, algo a lo que los anticapitalistas se habían acostumbrado en los últimos años.
En los años dorados del procés, la CUP fue decisiva para “mandar a la papelera de la historia” a Artur Mas e investir a Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès. Ahora, su irrelevancia les condena a ser unos invitados de piedra al debate político que se está teniendo en Cataluña.
El camino hacia la irrelevancia de la CUP no termina aquí. Y es que las previsiones no son para nada optimistas. Cataluña inició el 12 de mayo un viaje hacia la derecha y los debates que están cogiendo fuerza les aleja todavía más de lo que piensa la mayoría de población catalana. Una población que cada vez ve más necesario hablar de cuestiones como la seguridad, la inmigración, la rebaja de impuestos o el fin de la cultura de la subvención y del 'no a todo'. En definitiva, cuestiones en las que la CUP defiende justo lo contrario que la mayoría del arco parlamentario y gran parte de Cataluña.
Con la CUP irrelevante, el resto de formaciones (exceptuando seguramente ERC) ya no tienen la necesidad de comprar algunos de sus relatos, tal y como ocurrió en la última década. Ni pueden imponer su fiebre regulacionista, ni su buenismo respecto a la criminalidad, ni nada por el estilo.
Pero hay más. Y es que la situación actual de Cataluña provoca que nadie pueda descartar una repetición electoral en octubre. Una repetición electoral que puede perjudicar todavía más a la CUP. Porque el problema ya no es solo que los anticapitalistas se hayan alejado de sus potenciales votantes tras su deriva en cuestiones como la agenda transactivista o la apuesta por medidas irreales como la Renta Básica Universal: su proceso de refundación con críticas internas han ido en aumento tras los últimos batacazos electorales.
En una situación parecida a la de ERC, la CUP sigue debatiendo internamente qué camino tomar en este proceso de refundación llamado ‘Procés de Garbí’, que tampoco parece que vaya a ser la solución a sus males. Pero la política catalana no se para. Y ninguno de los dos posibles futuros son esperanzadores para ellos.
Si Salvador Illa consigue ser presidente, tendrán que afrontar una legislatura en la que sus votos serán irrelevantes, tendrán menos dinero y menos tiempo de intervención y, por lo tanto, menos presencia en los medios del establishment catalán que les han sobrerrepresentado en los últimos años.
Y además, tendrán que acostumbrarse a esta nueva situación compartiendo grupo mixto con Aliança Catalana, algo que han intentado evitar pero que finalmente tendrán que asumir. Eso significa, por ejemplo, tener que ponerse de acuerdo con Sílvia Orriols para pactar tiempos de intervención en las sesiones. Es decir, por mucho que quieran hacer un cordón sanitario, no podrán obviar la presencia de Aliança en el Parlament.
Si, por el contrario, vamos a repetición electoral, tendrán que afrontar la amenaza de seguir cayendo electoralmente con el añadido de no haber podido renovar sus caras visibles. Por lo tanto, el presente de la CUP es negro, pero el futuro no pinta demasiado mejor precisamente.
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