El fracaso por fases de la educación catalana: ahora, las asignaturas troncales
El vaciamiento de los contenidos educativos ha sido una constante y sus efectos los empezamos a ver ahora
Como todo, el colapso por fascículos de la educación catalana tiene una historia que algunos supieron ver con antelación. Sin embargo, en estos momentos, asistimos al informe de daños y a la identificación de las causas. Los ejemplos han sido múltiples y han llegado con una regularidad inapelable.
El gran estallido se produjo con el informe PISA, que situó a la educación catalana a la cola de España y de la OCDE. A partir de aquí, el reguero de fracasos sirvió para darle medidas a la magnitud del problema. Ahí están, por ejemplo, los resultados en competencias básicas de catalán o de matemáticas.
El último ejemplo lo hemos visto con los cambios en las asignaturas troncales y optativas en primero de bachillerato. Según ha informado el Departamento de Educación, la intención es fusionar materias troncales con el fin de que haya más asignaturas optativas y, así, crear itinerarios. Ahora bien, cuando asistimos al detalle de esta medida se le ven de inmediato las costuras.
Más margen, más decisión, menos conocimientos
De entrada, esta unificación de materias solo se hará en ciencias, y no en lenguas y humanidades ¿El motivo? Que las lenguas - y en particular el catalán - se prestan mucho más al mercadeo político. Así lo señala en declaraciones a E-Notícies el profesor, doctor en geología y jefe de prensa del sindicato de Profesores de Secundaria, David Rabadà, que habla de “arma política” y de que “es mejor defender el catalán que no una ciencia”.
Con respecto a la unificación de materias, el profesor Rabadà hace una crónica de una medida que no es ni mucho menos nueva. De hecho, es antigua y ya se aplicó en los años noventa con la LOGSE, hasta el punto de que su “fracaso”, apunta el profesor, también se corrigió. Sin embargo, esta experiencia heredada no ha sido obstáculo para que se vuelva a aplicar la medida dentro del variado margen competencial de las comunidades autónomas.
Esta regularidad en la decadencia educativa no debe contemplarse como un cúmulo de casualidades, sino todo lo contrario: como la expresión de una dinámica que viene de lejos. En esencia, nos referimos al vaciamiento de los contenidos educativos en beneficio del modelo por competencias. El profesor Rabadà califica este tránsito como un “cambio de paradigma” de consecuencias nefastas. “Rotundamente sí: se han cargado la transmisión de conocimientos”, añade.
Este cambio de paradigma es de una hondura todavía difícil de calibrar. El protagonismo educativo pasó del profesor - entendido como un especialista en su materia - al alumno. Este “alumnocentrismo”, como lo bautiza el profesor Rabadà, tenía como objetivo el famoso “aprender a aprender”. Pero esto es “científicamente falso”, sostiene Rabadà, que pone el acento en los conocimientos (y su transmisión) como herramienta educativa fundamental.
La ignorancia mata
Y precisamente la polémica con las asignaturas troncales es reflejo de este modelo “alumnocentrista” en la medida en que se privilegia que haya más capacidad de decisión y margen para el alumno. Sin perjuicio de que esto se acabe traduciendo ‘de facto’ en una simple y llana ignorancia.
El profesor Rabadà, que imparte la materia de geología, explica que un alumno puede cursar la ESO sin hacer geología, lo que redunda en unas preocupantes carencias científicas. “En la ESO nadie sabe qué es un volcán, la tectónica de placas o un terremoto”, señala Rabadà.
Aunque pueda parecer alejado de la realidad actual, estas carencias educativas explican sangrantes fenómenos de nuestra época. En el caso de la geología, por ejemplo, de un tiempo a esta parte se observa un auge del terraplanismo entre jóvenes. Es decir, muchachos que están seriamente convencidos de que la Tierra es plana.
Y otros ejemplos, en cambio, “cuestan vidas”, señala Rabadà. El caso más claro y reciente es el de la DANA de Valencia, en la que actuó una gran ignorancia geológica entre políticos y ciudadanía. “Con cultura geológica habría habido muchos menos muertos”, señala Rabadà, antes de concluir con contundencia, “son unos asesinos”.
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