Ciudadanos, tocado y hundido

Ciudadanos ha pasado de tocar el cielo al infierno electoral. En el 2017, Inés Arrimadas fue la vencedora de las primeras elecciones al Parlament tras la aplicación del 155 y venció con más de un millón de votos. Apenas seis años después, el partido que fundara Albert Rivera parece seguir el camino de la que fuera su rival, Rosa Díez, y hace la pinta que está abocado a la desaparición.

En Cataluña, donde nacieron, han sido barridos y la periodista Anna Grau no ha podido mantener la presencia en el Ayuntamiento. A la crisis interna en el grupo municipal -la alcaldable Luz Guilarte lo dejó hace meses y exconcejales díscolos se pasaron al PP en plena campaña- hay que añadir el fracaso en sucesivas elecciones autonómicas.

Ya fueron barridos en su día de Andalucía, donde habían cogobernado con el PP; en la Comunidad de Madrid y salvaron un escaño en Castilla y León. Ahora ni eso. Begoña Villacís, una de sus caras más emblemáticas, se ha quedado sin concejalía en Madrid. La propia alcaldable admitió, en rueda de prensa, su “derrota sin paliativos”.

El partido, de hecho, ha desaparecido de todos los parlamentos autonómicos excepto Castilla y León, que mantiene el escaño de Francisco Igea, crítico en su día con Inés Arrimadas. Mientras que, en número de concejales, ha quedado por debajo de los 400 frente a los 2.800 de las elecciones del 2019.

El principio del fin empezó, probablemente, cuando Inés Arrimadas decidió por motivos familiares -iba a ser madre- mudarse de Barcelona a Madrid. Albert Rivera, el líder hasta entonces, dimitió tras el mal resultado en las elecciones de noviembre del 2019 al pasar de 57 a diez escaños.

Arrimadas, su sucesor, se ha visto con una creciente contestación interna y Edmundo Bal le disputó el liderazgo en el último congreso. Ella optó por un paso al lado y ceder el protagonismo al eurodiputado Adrián Vázquez como secretario general y a Patricia Guasp como portavoz, pero todo el mundo interpretó que quería seguir manejando el partido entre bambalinas.