
El catalán acentúa la crisis del procesismo
ERC y Junts han sido incapaces de hallar la unidad y el acierto para salvar el último reducto de la identidad nacional
La lengua ha sido desde siempre el vehículo cohesionador del nacionalismo catalán -a diferencia del nacionalismo étnico vasco. Por eso la lengua está siendo también el catalizador de la descomposición del procesismo. El Pacte Nacional per la Llengua y la oficialidad del catalán en la UE han acentuado la crisis entre partidos y entidades.

El Pacte Nacional per la Llengua, compromiso del PSC con ERC por la investidura de Salvador Illa, ha enfrentado a los partidos procesistas entre sí. Esquerra ha defendido el acuerdo, mientras que Junts y la CUP se han opuesto.
También ha enfrentado a las entidades afines a los partidos. Òmnium Cultural, entidad próxima a ERC, ha suscrito el acuerdo. La ANC de Lluís Llach, más cercana a Puigdemont, ha rechazado unirse y se ha mostrado muy crítica.
Este martes se vota la oficialidad del catalán en la UE, uno de los compromisos del PSOE con Junts por la investidura de Pedro Sánchez. El Gobierno se muestra optimista, pero el escepticismo sigue planeando entre varios países de la unión.
En este caso, ERC y Junts han unido fuerzas en esta batalla, que sin embargo ha causado desafección entre los críticos. Como Josep Costa, miembro del secretariado nacional de la ANC. “No estoy en contra de la oficialidad del catalán en la UE”, ha dicho, “estoy en contra de perder el tiempo volviendo a intentar cosas que ya fracasaron con el Estatut”.
El fracaso de Junts y ERC
El fracaso de ERC y Junts con el tema de la lengua ejemplifica el fracaso general de su proyecto político. La lengua se ha convertido para el independentismo en el último reducto para salvar su proyecto nacional. La incapacidad de los partidos de encontrar la unidad y el presumible fiasco en el Parlamento Europeo evidencia su debilidad y la utilización permanente del engaño.
La reacción de las bases es un aumento de la desafección. Una desafección que se expresó primeramente con el abstencionismo electoral y que ahora se canaliza con el apoyo creciente a Aliança Catalana. El resultado ha sido un imparable hundimiento de los partidos procesistas, incapaces de remontar el vuelto.

Los últimos movimientos de ERC y Junts tampoco ayudan a revertir la situación. ERC ha reforzado su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez mientras en Cataluña ha aprobado el suplemento de crédito para sujetar al Govern de Salvador Illa. Puigdemont, que lleva meses amenazando con hacer caer a Sánchez, ha rebajado la tensión y parece dispuesto a salvar su Gobierno a toda costa.
Esta estrategia refuerza la imagen de ERC y Junts como mero sustento de los gobiernos socialistas. Las bases creen que los dos grandes partidos han sacrificado los intereses de Cataluña para proteger sus privilegios en las instituciones.
Falsas expectativas y frustración
A la espera de conocer la decisión final del Parlamento Europeo, la oficialidad de catalán refleja el fracaso de la estrategia procesista. Junts ha hecho con este tema lo mismo que ha hizo ERC con la financiación singular.
Utilizan una reclamación histórica como moneda de cambio para afianzar sus intereses políticos, a sabiendas de las dificultades para materializarla. Esto genera unas falsas expectativas que nunca se cumplen, aumentando la frustración.
Junts vendió el pacto de investidura con el PSOE como un acuerdo histórico, pero un año y medio después no hay ni amnistía ni (probablemente) oficialidad del catalán en la UE. Pero tampoco importa. Porque la estrategia suicida del narcisismo incluye echar las culpas al otro cuando las promesas acaban naufragando.
ERC promete la financiación singular sabiendo que no se podrá cumplir, porque si fracas siempre podrá echar la culpa al PSC. Lo mismo hace Junts, que si fracasa la amnistía culpa a los jueces y su fracasa la oficialidad del catalán culpará a Sánchez.
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