Primer plano de Carles Puigdemont
POLÍTICA

Carles Puigdemont y el día de la marmota

El dirigente de Junts vuelve a hablar de confrontación, unas palabras tan usadas y sin contenido alguno, que no sirven ni para los suyos


Uno se imagina a Carles Puigdemont como un mago con un conejo en la chistera. El sombrero lo visualizo gastado, con algún agujero, mientras que el animal cojea d'una pata, está ya mayor y no sirve ni para el arroz. Aun así, el de Waterloo sigue haciendo su truco y algunos -cada vez menos- siguen pagando su entrada para recordar tiempos mozos.

Sería algo nostálgico, bonito, si no se tratara de una mentira, un efecto para mantener su posición privilegiada y volver a ganar tiempo. Solo así se puede entender que este fin de semana Carles Puigdemont afirmara: "Mientras el Estado español se niegue a responder a la demanda democrática del pueblo catalán, tenemos el derecho y el deber de prepararnos para la unilateralidad". Lo dijo en un acto del Consell de la República. Porque, señoras y señores, esto también lo tiene Puigdemont: entre semana se viste de hombre de Estado y los sábados vuelve al "ho tornarem a fer".  

Carles Puigdemont asegura ahora que no sucederá lo mismo que en 2017, que esta unilateralidad no será "declarativa" y que tocará "ponerla en práctica" si no se consigue un referéndum acordado. "El derecho a hacerlo de forma unilateral no nos lo quitará nadie. Si alguien piensa que renuncio a la unilateralidad, se equivoca porque el derecho es del pueblo de Cataluña. Nadie puede hablar en nombre del pueblo de Cataluña para decir que el pueblo de Cataluña renuncia a la unilateralidad", afirmaba el sábado Puigdemont.

Montaje manifestación independentista y Carles Puigdemont

Carles Puigdemont, lejos de la realidad

Es evidente que el discurso de Puigdemont va dirigido a un grupo minoritario de catalanes. Por una parte, porque sus tesis ya no son mayoritarias, tampoco en el independentismo. Además, no es nada creíble. Lo decía la misma ANC, la única entidad que hasta hace unos meses sentía amor ciego para Waterloo. Tras el acuerdo de Junts con el PSOE, aseguraban que los de Puigdemont "renunciaban a la unilateralidad y a hacer efectiva la independencia".

De hecho, hace tiempo que Junts per Catalunya había renunciado de facto a las dos cosas. Gobernó en la Generalitat hasta 2022 y no hizo ningún movimiento en esta dirección. Hacer presidente a Sánchez y optar por la gobernabilidad de España, dista mucho de prepararse para un nuevo embate. Repetir, pues, el mantra, significa que la ley de amnistía debe estar cerca, de modo que toca dar una de cal y otra de arena.

El Consell per la República es ese organismo que nadie sabe para qué sirve, que cada vez tiene menos adeptos y que solo se utiliza ahora mismo para compensar los acuerdos de Puigdemont con Pedro Sánchez. No oiremos a Míriam Nogueras habla de unilateralidad y confrontación en el Congreso. No verán a los diputados de Junts votar en el Parlament a favor de la unilateralidad.

Montaje Aliança Catalana asusta a Puigdemont

Son, pues, palabras, vacías, mantras que Carles Puigdemont recupera de vez en cuando -la última fue en octubre- para conectar con esa minoría que se ha distanciado de Waterloo desde el otoño. Los hechos, lo que realmente se puede debatir, demuestran todo lo contrario.  Y, claro, a la gente la engañas una vez, no 35. Solo hace falta darse un paseo por redes y ver todos los comentarios de personas de la calle hartas de discursos que dicen todo lo contrario de lo que acaban haciendo.

Sorprende que Puigdemont siga pensando que es creíble. Volver a hablar de la confrontación, de la unilateralidad en el actual escenario, lo aparta de tal modo de la realidad, que se ve de una hora lejos que en su sombrero ya no hay ni conejo ni truco posible.

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