Carles Puigdemont contra las élites catalanas
No solo ha perdido el respaldo de las bases independentistas, sino también de los poderes mediáticos y empresariales
Salvador Illa ha conseguido lo que hace unos meses parecía imposible, recuperar el “oasis catalán” que marcó las más de dos décadas de hegemonía convergente en Cataluña. Con un talante amable y una estrategia de distensión, Illa ha impuesto con sorprendente rapidez la “normalización” política e institucional en Cataluña. Esto ha atraído a los grandes poderes económicos y mediáticos al PSC, que ahora ocupa el amplio espacio de la centralidad que en su día ostentó sin competencia la CiU de Jordi Pujol.
Las grandes cabeceras han mostrado una complicidad con el proceso de normalización en Cataluña, otorgando al menos al nuevo gobierno el beneficio de la duda. También importantes sectores económicos, vinculados tradicionalmente al nacionalismo catalán conservador, se han acercado al PSC. Y esto amenaza sobre todo a las aspiraciones de Carles Puigdemont de recuperar las esencia de la vieja Convergència.
El expresident ha mostrado su frustración en un incendiario mensaje de Twitter, en el que insulta a la prensa y ataca a las élites catalanas: “Los editoriales lameculos no podrán tapar la verdadera normalidad que provoca la dependencia que sufren todos los catalanes. Hay una Cataluña que ha vuelto, la de las élites cómplices y que callan, la de los medios que silencian o minimizan los problemas”.
Los empresarios se acercan al PSC
El acercamiento de los empresarios al PSC empezó hace meses, en los estertores del gobierno de ERC, cuando se evidenció la necesidad de un proyecto de orden para la estabilidad de la economía. Hace años que los empresarios catalanes se sienten huérfanos de un espacio que represente sus intereses. El procesismo reventó la seguridad jurídica necesaria para las inversiones y el emprendimiento, y en los últimos años ERC y los Comuns se habían plegado a la izquierda más radical.
Sin una derecha fuerte para representar los intereses de la élite económica, el proyecto pacificador y centralizador del PSC parecía la mejor opción. Incluso una parte del empresariado que se subió al carro del procés, ahora abraza sin miramientos el catalanismo integrador de Salvador Illa.
Esta evolución tiene su lógica, porque estos empresarios son los mismos que recibieron con entusiasmo la apuesta por el pacto fiscal de Artur Mas para rivalizar con las poderosas élites madrileñas. Cuando aquello fracasó se lanzaron al vacío escuchando los cantos de sirena de un Procés que prometía la arcadia (rica) y feliz. La promesa de la financiación singular del PSC vuelve a abrir para ellos la esperanza de convertir Cataluña en un polo de progreso independientemente de Madrid, como el País Vasco.
Puigdemont se queda sin altavoces
También la prensa que tradicionalmente ha dorado la píldora a los convergentes ha dado un giro hacia la nueva centralidad, el PSC. A Puigdemont ya solo le queda algún digital leal a Waterloo, mientras que el resto de la prensa pública y subvencionada ha tenido pocos reparos en cambiar de ERC a los socialistas.
La pérdida del poder empresarial es preocupante para un partido como Junts, que igual que la extinta Convergència basa el éxito de su proyecto en el apoyo de las élites. Pero lo es también la pérdida del apoyo de la prensa, ahora que Puigdemont necesita más que nunca disputar la batalla del relato al PSC. La realidad es que Illa se está llevando todas las portadas, y Puigdemont solo aparece como algo anecdótico o con tintes meramente reactivos.
Todo esto contribuye a la sensación de que el PSC es un partido en auge y en buena posición para consolidar una hegemonía, mientras que Junts se ve irremediablemente arrastrado por la corriente del declive procesista. El tweet de Puigdemont no deja de ser un reflejo de la frustración de alguien que ha perdido el control de la realidad del país. Sin el apoyo de las élites catalanas, corre el riesgo de perder también el respaldo del sector convergente de su partido.
Más noticias: