Cómo hemos cambiado: Los 3 bloques políticos en la nueva Cataluña del postprocés
La ruptura del eje nacional y el vuelco ideológico configuran un nuevo paradigma en la política catalana
Durante las dos largas décadas de hegemonía del pujolisme, la política catalana vasculaba sobre el eje izquierda-derecha. Por eso el nacionalismo catalán conservador solo pudo ser desplazado por un tripartito de izquierdas (PSC-ERC-ICV).
El Procés supuso la mutación del nacionalismo en independentismo, lo cual desplazó el eje izquierda-derecha en la política catalana, que pasó a regirse por el eje nacional. De ahí la fusión de ERC y la CUP con los restos de CiU, y el surgimiento de nuevos partidos como Ciudadanos en el bloque constitucionalista.
El descarrilamiento del Procés ha abierto una nueva etapa política en Cataluña, la era del post-procés, marcada por la existencia de tres bloques.
Por un lado el bloque progresista, representado por el PSC, los Comunes y el sector oficialista de ERC. Por otro lado el bloque soberanista, que Carles Puigdemont quiere aglutinar y que incluye a los críticos de Esquerra, la CUP, el independentismo cívico y el independentismo identitario (Aliança Catalana y el FNC). Finalmente el bloque constitucionalista, representado por Vox y por el PP.
La división del independentismo
La etapa del postprocés viene marcado por tres tendencias: la ruptura de los bloques, el vuelco ideológico (auge de la derecha y hundimiento de la izquierda) y la división del independentismo.
Sobre todo este último, que no solo ha significado la guerra total entre ERC y Junts sino que también ha dado lugar a la eclosión de nuevas tendencias. La división viene dada por la traición de los dirigentes procesistas, que ha provocado la desmovilización del movimiento y la pérdida de apoyos electorales. Ha habido también una escisión de las bases, expresada en dos fenómenos paralelos en ERC y Junts.
En Esquerra, la desafección de las bases se ha expresado o bien con el abstencionismo, o bien con la fuga al espacio de Junts y la ANC. Mientras que la cúpula y el sector orgánico del partido avanza hacia una coalición progresista con el PSC y los Comunes, el sector crítico secunda la estrategia de Puigdemont y llama a la unidad del independentismo.
Los disidentes de Junts, en cambio, han tendido a engrosar las filas del independentismo identitario que representa sobre todo Aliança Catalana. A diferencia de Esquerra, en Junts aún no se ha abierto una lucha por el poder. Pero las cosas podrían cambiar si Puigdemont fracasa en su intento de volver a Cataluña para arrebatar la Generalitat a Illa.
El auge del PSC
Quien mejor representa el nuevo paradigma de la Cataluña postprocesista es el nuevo PSC. Los socialistas catalanes han pasado de apoyar el 155 junto al PP y Ciutadans a ocupar un nuevo espacio de connivencia con el procesismo.
Forma parte de la estrategia diseñada por Oriol Junqueras y Marta Rovira, por un lado, y Pedro Sánchez y Podemos, por otro. Fue en 2019 cuando ERC apostó por la distensión y el diálogo para rebajar la tensión y reconducir la frustración del fracaso independentista. Lo cual coincidió con la necesidad del PSOE y Podemos del apoyo de ERC para romper el bloqueo político instalado entonces en España.
Aquello dio lugar al primer gobierno de coalición progresista, que estuvo sostenido por ERC y que apostó por conjugar la reconciliación en Cataluña con los avances sociales. A cambio, en Cataluña el PSC se convirtió en el socio de gobierno en la sombra de Pere Aragonès cuando Junts rompió con ERC. Así se ha fraguado la simbiosis entre ERC y el PSC y los Comunes que, en paralelo a la ruptura del eje nacional, ha resucitado el polo progresista en Cataluña.
Condenados a la inestabilidad
PP y Vox siguen donde han estado siempre, en el bloque constitucionalista enfrentado al procesismo y partidario de restablecer el orden en Cataluña. En sus análisis insisten en situar al PSC de Salvador en el bloque procesista. Por su lado, los independentistas ven al PSC, el PP y Vox como un mismo bloque, e incluso a las cúpulas de ERC y Junts como sus colaboradores necesarios.
La realidad es que la ruptura del eje nacional ha resucitado el eje ideológico, y eso se está viendo por ejemplo en la emergencia de temas como la inmigración y la seguridad. Las peleas entre ERC y Junts ya no interesan a nadie, y los partidos ya no fraguan alianzas en base a la polarización identitaria sino a la afinidad ideológica.
Las recientes elecciones catalanas mostraron dos vuelcos históricos: el independentismo perdió por primera vez la mayoría absoluta, y los partidos del orden (si incluimos el PSC) derrotaron a los partidos woke. Cataluña quiere estabilidad y orden. Pero el nuevo panorama arroja también más fragmentación, y esto cronifica una de las consecuencias de la década ominosa del Procés: la inestabilidad política y el bloqueo.
Si ERC y PSC llegan a un acuerdo de investidura en los próximos días se consolidarán los tres bloques de la nueva política catalana, para bien o para mal. Estaremos expectantes.
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