La batalla de IB3

El verano avanza en los nuevos tiempos del Prohensismo Sonriente y las cosas fundamentales siguen su curso habitual: los ciclistas se desploman al sol y son arrollados por coches de alquiler que luego escapan en todas direcciones, los jubilados daneses se ahogan al atardecer como animalitos, sin estruendos innecesarios, los barrios de la periferia arden de pereza y kebab, los hooligans se despellejan al sol, Mallorca bosteza.

Prohens parece haber decidido gobernar Mallorca por la vía rápida. En un mes ha suprimido el impuesto de sucesiones, instaurado la gratuidad de la educación infantil y anunciado la nueva fiscalidad de la vivienda.

Este ritmo insostenible de trabajo y honestidad no puede durar mucho, claro está, porque podrían llegarse a solucionar los problemas de la ciudadanía y entonces de qué nos quejaríamos todos después del tercer gin-tonic.

El siguiente paso en esta desconcertante campaña de eficacia y buen hacer consiste en liberar a los ciudadanos del peso muerto del director de IB3, Andreu Manresa, cuyo tarea estos años ha sido convertir IB3 en un diorama de vaciedad intelectual y espeluznante monotonía. 

A todas horas se emite la misma entrevista en la que un reportero pregunta a un pescador por sus abuelos: el pescador cuenta que sus abuelos se morían de hambre y de odio y tenían que rascar las lapas de las rocas con sus dedos ensangrentados, el reportero sonríe, suelta dos castellanismos y da paso a un nuevo bucle de memeces.

Manresa, antiguo corresponsal de El País, fue presentado en su día como figura de consenso. La derecha se dejó engañar y ahora se encuentra con que el Monstruo de los Bigotes amenaza con acabar su mandato en 2028.

Para extirpar el quiste, la derecha necesitará tirar de la mayoría parlamentaria que no tiene y cambiar la ley del ente público, lo que significa meter a Vox en la partida. La izquierda ya ha activado su ruido de fondo (inspirándose en las cigarras de los pinares) y acusa a Prohens de “caciquismo”.

Si Prohens quiere vivir tranquila, solucionará el tema antes de septiembre y luego podrá dedicarse a arreglar aceras e ir por los pueblos comiendo arròs brut con las abuelas. En caso contrario, se encontrará con un inicio de curso turbulento en el Parlament, teniendo que luchar una guerra en la que poco tiene que ganar.

El verano avanza: los ciclistas alemanes se desmayan y son devorados por las hormigas, los taxistas apalean a los hooligans, los hooligans apalean a los taxistas y las madrileñas divorciadas pagan las ensaladas a precio de oro, mientras mil veleros de ensueño dejan en el horizonte su rastro de placidez, cocaína y reportajes del Diez Minutos.