La ANC acelera la ruptura de Junts
La guerra Turull-Borràs refleja las contradicciones del procés
Junts per Catalunya lleva tiempo postergando una ruptura que parece inevitable. La división entre el sector oficialista de Jordi Turull y el de la presidenta Laura Borràs se ha convertido en una bicefalia irreconciliable. Borràs consiguió mantener su cargo in extremis el pasado mes de junio, pero es poco probable que sobreviva al próximo congreso nacional.
Laura Borràs ganó el pulso a los oficialistas cuando forzó la salida del Govern, en octubre de 2022. Pero los oficialistas consiguieron imponer a Anna Erra como su sucesora como presidenta del Parlament. Ahora, la decisión de Carles Puigdemont de pactar con el PSOE encumbra definitivamente a Turull y deja a la presidenta al borde del abismo.
El último enfrentamiento entre la dirección y la vicepresidenta Aurora Madaula, próxima a Borràs, es significativo. Se trata de la rebelión del sector político del partido, representado por el poder municipal, contra los advenedizos que intentaron romper con la tradición convergente. Estos, condenados tarde o temprano a salir del partido, confluyen con los nuevos aires del independentismo radical insuflados por la ANC.
Si finalmente la Assemblea Nacional Catalana (ANC) impulsa la lista cívica, Laura Borràs y los suyos podrían encontrar un nuevo ecosistema en el que sobrevivir. Se trata de un proceso de confluencia natural. Junts aparca el aventurismo para volver a las esencias convergentes, y los díscolos siguen con su proyecto de ruptura.
Turull y Borràs, políticos y activistas
Las trayectorias políticas de Jordi Turull y Laura Borràs son significativas del proceso de ruptura y recomposición del espacio postconvergente. El primero empezó a militar como adolescente en la juventudes de convergencia, está en política desde 1987. La segunda viene de la academia y la vida cultural, y su aterrizaje en la política coincide con el auge del Procés, en 2017.
El sector más “activista” está guiado por el impulso que lleva a la convicción de que no hay más camino que la confrontación y la vía unilateral. La propia Laura Borràs se llama a sí misma “hija del 1 de octubre”, y es la promotora de la ruptura de las relaciones con ERC. Junts era hasta ahora el instrumento para canalizar el independentismo radical contra la traición de Esquerra, pero ahora todo ha cambiado.
El sector oficialista ha defendido la vía de la confrontación mientras el contexto político lo requería. Cuando las condiciones han cambiado, no han tenido ningún reparo en cambiar la estrategia asumiendo para ello todas las contradicciones. Se trata de un tacticismo político solo al alcance de dirigentes que llevan toda la vida en política y están acostumbrados al frío cálculo de riesgos y beneficios.
En la medida en que Junts ha dejado de ser un instrumento útil para el sector “borrasista”, este podría encontrar acomodo en la articulación de la nueva propuesta política del independentismo radical. Es decir, la lista cívica de la ANC. De alguna forma, pues, la Assemblea acelera el proceso natural de descomposición del espacio postconvergente.
Devorados por sus propios monstruos
Se da la paradoja de que el propio artefacto que los partidos procesistas crearon para dar una marcha más al Procés, la ANC, se les acabe volviendo en contra. Forma en realidad parte del propio error de concepto de los dirigentes procesistas. Creyeron una buena idea poner a hacer política a activistas a los que poder controlar.
Sin embargo, el movimiento les ha acabado por encima y los activistas han acabado adquiriendo vida propia. La paradoja es más salvaje aún. La CiU de Artur Mas ingenió el Procés para salvar al nacionalismo burgués de su descomposición política, y el Procés puede acabar con un nuevo naufragio del espacio postconvergente.
Porque en el fondo, aunque a Carles Puigdemont le salga bien la jugada y acabe salvando los muebles en las próximas elecciones, ya no puede ser el líder de lo que empezó en 2017. Liderará, en todo caso, una nueva versión del Procés más prosaica y menos mayoritaria. La realidad es que parece inviable que nadie pueda unir los fragmentos dispersos de lo que es hoy el movimiento independentista
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