Un hombre con las manos levantadas frente a una multitud de personas y una bandera de Alemania de fondo.
POLÍTICA

Alemania marca lo que puede ocurrir en Europa en la lucha contra la inmigración ilegal

El giro del gobierno socialdemócrata demuestra el cambio de paradigma y la consolidación de un nuevo relato

En octubre de 2023, el canciller alemán Olaf Scholz sorprendió a todos al defender las deportaciones masivas en su país. Era el primer líder socialdemócrata europeo que se atrevía a cambiar el relato de la izquierda ante la crisis migratoria que atraviesa la UE. Desde entonces no ha hecho más que endurecer su discurso en esta cuestión. El pasado mes de agosto prometió más deportaciones, y esta misma semana ha anunciado controles fronterizos en Alemania para reducir la inmigración ilegal.

La medida del gobierno alemán parece más un tiro al aire, puesto que el espacio Schengen impide un control efectivo del movimiento de personas. Pero sí es importante para agitar el debate sobre el desafío que supone la inmigración ilegal masiva para la seguridad comunitaria. De esta forma, el gobierno socialdemócrata alemán se pone a la cabeza del cambio de relato sobre la inmigración en Europa.

Los motivos son evidentes, y es que el auge de la derecha nacionalista en Alemania ha asustado al SPD y le ha obligado a adaptar parte de su discurso en materia de inmigración y seguridad.

Una multitud de personas se manifiesta con numerosas banderas de Alemania y pancartas de un partido político.

No parece casual que el gobierno alemán haya anunciado la medida apenas unos días después del histórico triunfo de Alternativa por Alemania en el estado de Turingia. En todo caso, el alemán no es un caso aislado y refleja una tendencia creciente en Europa de normalización y asimilación de las ideas de la denostada “extrema derecha”.

En Cataluña ha sucedido lo mismo con Junts, que compró durante años el buenismo de la izquierda en inmigración y seguridad y ahora hace un viraje a las posiciones de Aliança Catalana para que no le coma más terreno. En ese proceso de competencia, el cambio de relato tiene una función pragmática. Pero al mismo tiempo acelera el proceso de normalización de unas ideas y unas medidas que hasta hace poco estaban proscritas.

De Meloni a Scholz

El camino que ahora está recorriendo Olaf Scholz lleva lo que inició hace tiempo Giorgia Meloni. La defensa que hizo la italiana de un cambio de las políticas migratorias en la Unión Europea tuvieron un alcance limitado, y además contaba con el estigma de pertenecer a la “extrema derecha”. Para la izquierda y el globalismo fue fácil contrarrestar el discurso de Georgia Meloni recurriendo a la habitual estigmatización en este tipo de casos.

Pero para entonces ya se habían producido los primeros vuelcos en países como Suecia, Noruega y Finlandia, que pasaron de vanguardia del “queremos acoger” a pioneros de la oleada conservadora e identitaria en Europa. Eso denotaba que algo estaba cambiando. El triunfo de partidos antiinmigración en bastiones como Francia y Holanda han consolidado el cambio de paradigma y han forzado al centroderecha y una parte de la izquierda a modificar su relato.

La crisis de la izquierda

Alemania ha sido también espejo de la crisis de la izquierda, que en el caso de Die Linke ha sufrido la escisión del movimiento Sahra Wagensknecht (BSW). La líder alemana ha abierto en su país un espacio que en España viene representado por partidos como el Frente Obrero. Defienden una izquierda nacionalista que proteja los intereses de la clase trabajadora frente a retos como la masificación migratoria y la inseguridad en los barrios obreros.

Incapaz de ofrecer soluciones, la izquierda ha experimentado un acelerado proceso de declive en detrimento del auge de la derecha radical. Por eso una parte de la socialdemocracia y la derecha liberal que compraba su discurso han experimentado un acercamiento a las tesis antiinmigracionistas. Un proceso vivido no solo en las cúpulas de los partidos sino también entre los ciudadanos, que no solo han cambiado la tendencia de voto sino que también han perdido el miedo a defender ideas hasta hace poco mal vistas por el relato buenista imperante. Y lo lógico es pensar que lo que ha sucedido en Alemania, acabará ocurriendo en gran parte del continente. También en España y, evidentemente, Cataluña.

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