2023, el año del hundimiento del procesismo
ERC, Junts y CUP han perdido algo más que un puñado de votos
La salida de Junts per Catalunya del Govern, el 7 de octubre de 2022, marcó el principio del hundimiento de los partidos procesistas. Enfrascados en sus propias batallas, ERC y Junts han perdido este 2023 buena parte del apoyo de sus bases. Los batacazos electorales y los acuerdos con el PSOE marcan un antes y un después en este proceso de declive.
Las municipales del 28 de mayo fueron la primera prueba de fuego para unos partidos que ya daban síntomas de agotamiento. ERC pasó de primera a tercera fuerza en Cataluña, y Junts perdió casi todo su poder territorial. Pero lo más significativo de aquellas elecciones fue el nacimiento del abstencionismo indepe.
Los independentistas indignados se movilizaron en las redes sociales para castigar a ERC, Junts y la CUP. El resultado fue un histórico batacazo de los partidos procesistas en las elecciones del 23-J. En total, 700.000 votos menos que en 2019, nueve escaños perdidos y la CUP fuera del Congreso de los Diputados.
Pero con el paso de los meses se ha demostrado que los partidos independentistas han perdido este 2023 algo más que un puñado de votos. El auge de nuevas fuerzas y nuevos liderazgos amenaza con dar la puntilla a los viejos partidos. El final podría estar más cerca de lo esperado, en las próximas elecciones catalanas.
Un antes y un después
La situación actual en el Parlament es significativo de lo que está ocurriendo: ERC no tiene la suficiente fuerza para sostener un gobierno en minoría que hace aguas por todas partes, pero Junts tampoco tiene músculo para tumbarlo. Mientras, Salvador Illa sonríe y aguarda pacientemente su momento.
Las elecciones catalanas están previstas para febrero de 2025, pero parece que Pere Aragonès podría adelantarlas a otoño de 2024. ERC y Junts siguen rivalizando para hegemonizar el movimiento independentista. Pero la realidad es que estas elecciones podrían marcar un antes y un después en el panorama político catalán.
Primero, porque según las encuestas sería la primera vez que los independentistas no suman y esto obligaría a formar un gobierno alternativo como PSC-ERC-Comuns. Segundo, porque podría representar la ruptura definitiva del independentismo, con el ascenso de nuevas propuestas. Una de ellas es Aliança Catalana, otra la ANC y su lista cívica.
Dos grandes amenazas
A su modo, Aliança Catalana y la ANC encarnan significativamente la crisis del procesismo. El partido de Sílvia Orriols ha conseguido romper el tabú de la inmigración y atraer a su terreno a Junts per Catalunya. Con su proyecto antiprocesista e identitario, ponen en un mismo nivel la independencia con la supervivencia nacional.
Lo de la ANC también es significativo porque supone la ruptura del bloque procesista. La entidad presidida por Dolors Feliu había pasado a ser junto al Consell de la República una pata más del entramado de Junts en su lucha contra ERC. Pero el pacto de Junts con el PSOE lo ha cambiado todo.
La amenaza de la lista cívica indica que las bases ya ponen en el mismo saco a Junts y a ERC como “traidors” y “botiflers”. Si Aliança Catalana y la lista cívica se presentan en las próximas elecciones al Parlament, ERC, Junts y la CUP podrían recibir el toque definitivo. En este contexto, los acuerdos con el PSOE parecen ser solo una desesperada huida hacia adelante.
La huida hacia adelante
Los resultados del 23-J pusieron en manos de ERC y Junts un caramelo envenenado: por un lado tener el gobierno español en sus manos, por otro, la responsabilidad de no decepcionar a sus bases. Finalmente, republicanos y postconvergentes han escogido la pragmática frente a la épica.
Esto es más significativo en el caso de Junts, que hasta ahora abogaba por la confrontación. El cálculo de Puigdemont es simple, el acuerdo de investidura le permite sobrevivir unos meses más. Lo suficiente para que se apruebe la ley de amnistía y Carles Puigdemont pueda volver a Catalunya.
Sucede lo mismo con ERC, aunque la rehabilitación de Oriol Junqueras, más que una ventaja, abre una nueva guerra con Pere Aragonès. La pregunta es si la rehabilitación de Junqueras y el regreso de Puigdemont será suficiente para borrar de un plumazo la animadversión que suscitan. De momento, este 2023 quedará como el año del hundimiento del procesismo.
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