Votad
El tiempo de las revoluciones pasó, nuestros estándares de vida imposibilitan esa opción
No saldremos de esta con los del “son todos iguales”, los del “me da lo mismo que roben unos que otros” o los del “sí, los míos roban, pero es que los otros roban también”.
Tampoco lo haremos con las quejas constantes en la puerta de tu centro de trabajo si luego no tomas parte activa para cambiar las cosas. Porque sí, ya sé que todo es una mierda, que estás hasta los cojones, pero como tu aportación para transformar esta sociedad sea la de quejarse por Twitter, pues la sociedad que le vas a dejar a tus hijos estará igual de podrida que esta.
También puedes ser de esos utópicos que espera sentado en el salón de su casa a que por delante de su puerta pase una revolución a la que adherirse, mientras juega a la Play Station; o a que suceda algo milagroso como que el 90% de los españoles no vayan a votar y el movimiento abstencionista logre un cambio de régimen.
Nada de eso va a suceder. Dentro de 20 años seguirás en el mismo sofá gobernado por los mismos. Desengáñate.
El tiempo de las revoluciones pasó, nuestros estándares de vida imposibilitan esa opción. Nadie te va a seguir y si haces un llamamiento público vas a acabar en una cantina con tus primos, dos amigos de Facebook y cinco curiosos que se acerquen a ver qué pone el cartel. Mientras, las élites de poder siguen a lo suyo descojonándose de ti y de mí.
Todo se cambia desde la política, y todos somos animales políticos; si renunciamos a eso, somos siervos. Cuando nos pusimos al frente de Una Policía para el S. XXI con el objetivo de revertir el modelo policial y la política criminal, supimos desde el primer momento que nada se cambiaría desde dentro, que solo desde fuera del cuerpo; es decir, desde dentro la política, se pueden provocar los cambios necesarios para que nuestros hijos sepan que, al menos, hicimos todo lo que estaba en nuestra mano por conseguir un mundo mejor.
Es en el Congreso y en las asambleas legislativas de las comunidades autónomas donde se crean las leyes y reglamentos que pueden cambiar nuestras vidas. Incluso cuando la gente ocupa las plazas de manera masiva, como en el 15M, el poder tarda 48 horas en apropiarse del movimiento y convertirlo en una muleta política de disidencia controlada. No cambió nada después del 15M; bueno sí, a peor para ti, y a mejor para los cuatro listos que las élites designaron para hacer el trabajo sucio dándoles miles de horas de televisión.
Cuando comenzaron a restar, las mismas teles los sacaron de la parrilla y las mismas cloacas los arrinconaron para sacar una nueva marca blanca que volviera a SUMAR. A sumar para ellos, claro. Enésima revolución juvenil impostada para que todo siga igual, para que nunca cambie nada.
Y no estoy hablando de entrar en política cuando pido dar un paso al frente, sino de dejar de ser una oveja del rebaño, dejar de quejarte a todas horas en la urba o en redes sociales y, al menos, ir a votar. Ya no te digo implicarte como voluntario en una campaña, acudir a mítines para ver que proponen todos los partidos o ir más allá; no. Ejercer el derecho más básico como actor político dentro una sociedad: el derecho al voto.
Sí, ya sé que podrás decirme que la abstención es una opción legítima y legal. Correcto. Y que no ir a votar no beneficia al resto de partidos aritméticamente con nuestra ley electoral. Correcto a medias, o, mejor dicho: incorrecto.
La realidad nos escupe a la cara que no ir a votar es votar al PP o al PSOE a nivel nacional, y votar al separatismo a nivel vasco y catalán. Estos partidos han tejido una red clientelar durante décadas de gobierno que les asegura millones de votos hagan lo que hagan. Por mucho que roben, por mucho que supriman libertades, cancelen, persigan a través de sus medios afines, por muchas barbaridades que hagan, los suyos van a votar, porque se lo deben todo.
Cuando tú le das un carguito a Juanito (o un puestín, que decimos en Asturias) no solo estás ganando su voto, también el de sus agradecidos padres y abuelos, y el de sus hijos a la mayoría de edad, con la esperanza del siguiente carguito o puesto de trabajo.
Estos partidos que han formado parte del establishment de poder en España de los últimos 40 años han colocado a miles y miles de personas a lo largo y ancho del territorio nacional durante generaciones. Tienen millones de votos, por lo tanto, secuestrados.
Si mañana hubiese unas elecciones generales y solamente fuesen a votar cuatro millones de españoles (cosa que no va a pasar), estos partidos sacarían el cien por cien de los votos, porque los suyos van a ir todos, así que, si tú estás enfadado con ellos y te quedas en casa, solo estás perpetuando su poder. No es una cuestión aritmética, pero sí sociológica. Si los suyos van y los que no están con ellos no van, ganan siempre.
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