Silvia Orriols hablando frente a un micrófono con fondo rosa y líneas negras.
OPINIÓN

A ver quién se lo dice...

Una Cataluña independiente podría tener exactamente el mismo problema que ahora tiene con el catalán

La identidad catalana, en resumen, parece que se muere. Los últimos datos muestran que no llega ni al 40% el número de jóvenes que usa el catalán habitualmente. En términos agregados, el uso social del idioma vuelve a retroceder y se queda en el 42%. Entre otras cosas, esto explica que un 40% del personal considere que el catalán puede desaparecer.

Esto, claro, nunca me pasará a mí, pero el caso es que las lenguas nacen, mueren y no son todas iguales. En una época como la nuestra, más bien neurótica, esto es muy difícil de asumir; más todavía en Cataluña, donde muchos creían que veraneaba el Espíritu Santo. Y esta situación, quién lo iba a decir, es el trasunto de la demografía.

Desde el año 2000, Cataluña ha ganado dos millones de habitantes, en su completa mayoría extranjeros. Y los demógrafos tienen esféricamente claro que la demografía catalana depende de la inmigración. Según el último informe del Idescat, los nacimientos de madres extranjeras ya representan el 34,6% del total. Esto obedece a que la natalidad de la casa está más o menos como en el Éxodo.

Una familia caminando de la mano por una calle arbolada al atardecer.

Teoría y praxis de la demografía

Más allá de los calificativos psicóticos (nazi, fascista y el menaje habitual), Sílvia Orriols es una nacionalista. Esa es la fuente primigenia. A partir de ahí, podemos ensayar neologismos varios; ahora empieza a hacer fortuna el de “nacionalpopulista”. Bueno, okey, cosas de politólogos.

El tema es que Orriols tiene en la cabeza la uniformidad cultural en torno a la etnia catalana (lo de etnia lo dijo ella). Es legítimo. Pero también es legítimo abrir una empresa de enciclopedias a domicilio o comprar acciones de Prisa (a 33 céntimos está la cotización; si te quitas los cafés con leche en poco tiempo puedes estar en el consejo de administración).

El misterio está en cómo pretende Orriols alcanzar ese maximalismo étnico con este panorama. Otro dato: según el INE, el año pasado la población extranjera en Cataluña aumentó en 100.000 personas. Por su lado, Orriols sacó 120.000 votos en las últimas elecciones autonómicas. O sea, a razón de un año, la población extranjera residente prácticamente igualó los resultados electorales de Aliança Catalana.

Yo no sé cuántas veces lo he citado, pero lo voy a volver a hacer. El bueno de Fernández Villaverde, catedrático de economía en Pennsylvania, y que de tanto en tanto escribe en El Confidencial, hablaba hace un tiempo sobre este tema:

“Dado que la gran mayoría de los nacidos de madre extranjera no empleará el catalán como lengua fuera del sistema educativo (no, no va a pasar por mucho que la Generalitat intente remediarlo con miles de iniciativas) y que entre los nacidos de madre española al menos el 50% prefiere el uso del castellano en su vida diaria, el catalán tenderá a extinguirse. No del todo, sobrevivirá como sobrevive el gaélico irlandés: en el sistema educativo y en unos pequeños pueblos muy aislados. Pero de igual manera que uno camina por Dublín y no oye ni una sola vez gaélico irlandés, en 2080 nadie oirá catalán en Barcelona. La única manera que tiene el catalán de sobrevivir es o la independencia de Cataluña (que permitiría, quizás, reprimir tanto el uso del castellano como para que los “nuevos catalanes” adopten el catalán como lengua en su vida diaria) o reduciendo la inmigración en un 90% (o con ambas medidas). Pero con una Cataluña en España y con el nivel de inmigración actual, el catalán está sentenciado de muerte”.

Una mujer con cabello corto y oscuro, usando una chaqueta azul con estampado floral y pendientes azules, está de pie en lo que parece ser una sala de reuniones o un parlamento, con varias personas desenfocadas en el fondo.

Esto ya va solo

La placa tectónica que está debajo de todo esto se llama Hispanidad. Es decir, una herencia cultural lo suficientemente abrumadora como para que se haya independizado de su origen. “¡Pero es que es la lengua del imperio!”, le reprochaban a Gustavo Bueno cuando defendía el alcance del español. “Precisamente por eso”, respondía él.

Y es que igual no somos del todo conscientes de lo que representa la lengua española. Hablamos de un idioma que está a punto de rozar los 600 millones de hablantes y que es la segunda lengua materna del mundo. La independencia del español con respecto a España llega hasta el nivel de que en los Estados Unidos hay más hispanohablantes que en España.

Todo esto significa que el español es incontrolable; y esto no es un statement político porque no hablamos de una realidad política. De hecho, es un problema político muy subsidiariamente. Es decir, que podría darse el caso de una eventual Cataluña independiente con exactamente el mismo problema que tiene ahora.

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