Montaje de Feijóo, con Urkullu y Sánchez, con la bandera del País Vasco de fondo

OPINIÓN

Urkullu propone la confederación de España

La competición entre PNV y EH Bildu ha precipitado esta proposición

El lehendakari Íñigo Urkullu se ha precipitado al plantear un plan confederal entre Euskadi y una España que sería residual, puesto que el plan se haría extensible a Navarra, Cataluña y Galicia.

La precipitación se explica por la competición del PNV con EH Bildu con la vista puesta en las elecciones autonómicas vascas de la primavera de 2024 y también en las negociaciones para la investidura del presidente del Gobierno de España.

Obligados por el contexto, las reacciones del PSOE y el PP han sido bastante contenidas ante un plan que no tiene cabida en la Constitución, por eso, Urkullu dice (aparente paradoja) que no habría que reformarla, solo reinterpretarla, olvidando que el único facultado para interpretarla es el Tribunal Constitucional.

Al atraer la atención pública sobre el plan, invita a una mirada escudriñadora -que no le conviene- sobre las ventajas del privilegiado “concierto vasco” y sobre todo lo que el PNV está consiguiendo con constancia y a la chita callando: una confederación de facto. Pedirla de iure es un error estratégico, no la tendrá nunca y, encima, el reconocimiento jurídico de un autogobierno confederal, por un lado, no lo necesitaba y, del otro, no es posible por la inexistencia de una tal categoría.

El Lehendakari, Iñigo Urkullu, a su llegada para el inicio del nuevo curso político, en el Palacio de Miramar

No existe el Estado confederal. Han existido confederaciones de Estados soberanos, que se asocian para determinadas finalidades, manteniendo cada uno la plena soberanía original, un modelo que no tiene ni pies ni cabeza en la realidad de España en todas sus vertientes, ni pueden alegar ninguna soberanía las poblaciones de las Comunidades supuestas destinatarias del plan. No se vislumbra un “horizonte confederal del Estado”, la bilateralidad ha sido específica y coyuntural y la plurinacionalidad es cultural, no un factor constituyente.

Lo que sí que existe es el Estado federal y, de hecho, el Estado de las Autonomías es una forma, que para ganar estabilidad política y cohesión territorial convendría acabar de perfeccionarla en el funcionamiento práctico, se podría avanzar mucho dentro del marco constitucional. El Tribunal Constitucional corregiría, si se sale del marco.

Los dirigentes del nacionalismo vasco no son unos aficionados, han tenido un buen conocimiento del Estado de España y saben “qué es el estado”, puesto que cuentan con una larga tradición de participación de los vascos en las instituciones y los organismos estatales, por eso sorprende que planteen un plan que no tiene ninguna viabilidad, en vez de profundizar una autonomía, que no está lejos de parecerse a una confederación de facto.

Plano medio de Iñigo Urkullu en un atril hablando en un mitin del PNV y haciendo un gesto con su mano derecha, con sus dedos índice y pulgar tocándose

Urkullu pide dotar de más autogobierno los regímenes forales de Euskadi y Navarra, y sería lógico que en el mercadeo obsceno de la investidura concretara qué más quiere -la única concreción, “la capacidad de decidir pactada”, es un eufemismo más del derecho de autodeterminación- en lugar de las ambigüedades y las confusiones del plan. 

En cambio, los dirigentes independentistas de aquí nunca sorprenden, siempre son fieles a su mediocridad: nada de confederación, federación, concierto foral o pájaro en mano. Ellos permanecen instalados en la rutina estéril: la amnistía, el coste de la cual podían haberse ahorrado si hubieran sido hábiles y prudentes como los dirigentes vascos, y el derecho de autodeterminación, que no lo tendrán por un haz de razones, expuestas repetidas veces.

Después de los hechos de octubre de 2017, todas las energías políticas de los dirigentes independentistas, y muchas de dirigentes no independentistas, se han tenido que dedicar a la recuperación de la situación anterior a aquel fatídico otoño, y en ello también se ha invertido indebidamente el capital político de la Generalitat de todos. Así de aficionados son. El problema es que sus acciones ultrapasan su responsabilidad y nos perjudican a todos.

La “cuestión territorial” es el cuento de nunca acabar, se sobrepone a la cuestión social y a otras cuestiones, como el cambio climático, las tapa, las anula, como si no existieran, y, además, es un plato del gusto de Vox, del cual el independentismo secesionista es un cofundador.