TV3 es pura caspa
En sus inicios, TV3 buscó ser rompedora, pero siempre fue el canal del nacionalismo pujolista
Servidor de ustedes, que por desgracia ha perdido contacto desde hace años con la escena alternativa, y mucho que me entristece, ha descubierto hace unos días a un cineasta llamado Marc Ferrer gracias a la contraportada de El País. Aparte de sumar una buena dosis de curiosidad viendo los tráilers de algunas de sus películas, y prometerme a mí mismo que intentaré buscarlas, me quedo con una de las frases que dijo en la entrevista, y que realmente es genial: “En Barcelona hay underground porque lo mainstream es TV3, que es una cosa muy casposa”.
Y sí, es que tiene más razón que un santo, que la televisión de la Generalitat no es más que un medio tribalista que tiene como objetivo extender la cultura del ‘buen pagés’ por toda Cataluña. Es “la comarca nos visita” que denunciaba Ramón de España cada vez que había una manifestación separatista en Barcelona.
Tal vez en sus inicios TV3 intentó ser formalmente rompedora, pero siempre ha sido el principal vehículo de transmisión de la Cataluña inventada por el nacionalismo pujolista, ahora en manos de Salvador Illa: una Cataluña regida por las esencias del romanticismo más empalagoso, una sola lengua, Montserrat y una sociedad volcada en bailar sardanas, levantar ‘castells’ y comiendo productos de kilómetro cero cultivados por un buen pagés con ocho apellidos catalanes – con un buen número de temporeros inmigrantes sin papeles y mal pagados —.
TV3 es ‘El foraster’. TV3 son las tertulias pajilleras sobre la superioridad moral de los ‘valors’ del Barça frente a un Real Madrid semifascista y en manos del gran capital. TV3 son los soporíferos reportajes ‘informativos’ sobre cualquier nimiedad que haya pasado en un villorrio despoblado protagonizado por algún personaje (s) con nombre (s) y apellidos impronunciables para la mayoría de los catalanes.
TV3 es la nómina inmensa de cómicos separatistas soltando chistes sobre el Baix Llobregat, gritando “puta España”, riéndose de los andaluces y extremeños o esparciendo rumores sobre la presunta afición a las drogas de los políticos constitucionalistas.
Ver TV3 es ver esa inmersa masturbación colectiva sobre la ‘solidaridad’ del ‘pueblo catalán’ que se llama ‘La Marató’. Bastaría con que cerraran un par de las múltiples e innecesarias ‘embajadas’ que la Generalitat tiene abiertas en medio planeta para conseguir más dinero del que se recauda en este escaparate de la hipocresía del gobierno autonómico.
O que TV3 dejara de comprar programas a un par de productoras en manos de ‘patriotas’ e hiciera esos espacios con personal de la casa. Que para eso tiene a más de mil trabajadores. Ver TV3 es sumergirse en un mundo en el que todo acaba en “cat”, sea el “Meteocat”, el “Infocat”, el “Inuncat”, el “Procicat”, el “Cecat”, el “Sismicat”…
La caspa del siglo XXI es TV3, es Catalunya Ràdio, es toda esa presunta modernidad, mientras buena parte de su personal lleva unas orejeras adornadas con la estelada.
Es premiar a Jair Domínguez y a Peyu por sus chistes sobre andaluces y gitanos. Es premiar a Juliana Canet por su querencia a incitar a los jóvenes a quemar contenedores, sabiendo que eso le garantizará seguir cobrando de los medios públicos. Es que Toni u Oriol Soler vendan un buen número de programas a cambio de lanzar las consignas adecuadas.
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