Dos hombres con trajes formales sobre un fondo rosa con líneas negras.
OPINIÓN

Puigdemont estira, pero no lo hace caer

Entre mociones de confianza, reuniones en Suiza y entrevistas en TV3, Carles Puigdemont sigue advirtiendo al PSOE

Con Lluís Llach convertido en un símbolo del independentismo más recalcitrante, no es de extrañar que los partidos se inspiren en él para trazar su estrategia política. En los últimos días, con desafíos constantes, el presidente de Junts, Carles Puigdemont, ha dado buena muestra de ello. Desde Waterloo, estira y estira. Pero, por ahora, no tiene previsto hacer caer a Pedro Sánchez.

Entre mociones de confianza, reuniones en Suiza y entrevistas en TV3, el expresidente de la Generalitat sigue advirtiendo al PSOE, con acuerdos puntuales con el PP, que el precio a pagar por su apoyo en el Congreso de los Diputados es alto. Y que todo aquello que lleva años reclamando, incluso lo más inverosímil, como lo que Pedro Sánchez aseguraba que no era posible al ser contrario a la Constitución y que finalmente ha terminado en las páginas del BOE, se convierta en realidad.

Montaje de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont con el Tribunal Supremo de fondo

En el apartado de asuntos pendientes por resolver en la negociación entre el PSOE y Junts, lo que a priori podría hacer tambalear la legislatura incluye la aplicación de la amnistía a Puigdemont, la oficialidad del catalán en las instituciones europeas y la transferencia de competencias en materia de inmigración.

Cuestiones, todas ellas, consideradas líneas rojas por Junts. Sin embargo, en este año de relación tóxica entre socialistas y junteros, a modo de matrimonio forzado, poco se ha avanzado en todas ellas. Y a pesar de eso, en Madrid, los siete diputados de Puigdemont siguen apoyando a Sánchez.

Nunca como ahora el espacio político que representa Junts había tenido tan poca representación en el Congreso. Pero tampoco nunca, hasta ahora, siete diputados habían tenido tanto poder. Carles Puigdemont sabe que tiene en sus manos la capacidad de hacerle la vida imposible a Pedro Sánchez.

Puede permitirle seguir viviendo en la Moncloa, utilizando el Falcon y viajando por el mundo, presentándose como presidente de España, que no es poco para alguien con un ego desmesurado como Sánchez, pero sin poder gobernar. Aprovechando esta debilidad para llevarlo a su terreno siempre que quiera.

Plano medio corto de Pedro Sánchez sentado en su escaño en el Congreso de los Diputados y mirando hacia arriba

Pero también puede hacerlo caer, uniendo sus votos a los del PP y Vox, como han hecho en las últimas horas con el impuesto a las energéticas. En ese caso, Sánchez saldría de la Moncloa de la misma forma en que llegó: con una moción de censura.

Por el momento, con esta premisa de mostrar poder y trasladar a la opinión pública que quien manda es él, Puigdemont quiere forzar al presidente español a someterse a una cuestión de confianza que, de producirse, perdería con seguridad. Esto provocaría un adelanto electoral en España.

Y es que la desconfianza entre unos y otros, en este matrimonio forzado a cambio de intereses mutuos, ha sido una constante desde el primer minuto. Y ni unos ni otros han intentado disimularla.

La gran duda es si ahora, con el efecto pacificador de la Navidad, Suiza será el punto de encuentro para reconducir la relación entre Junts y la Moncloa. O si, después de tanto tensar la cuerda, Sánchez terminará cayendo.

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