Una persona adulta y una niña con mochila caminan de la mano sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Hiperactividad, causas y soluciones

Para reconducir una hiperactividad hay que evitar males praxis, potenciando sus contrarias y diagnosticando el problema

La hiperactividad proviene de una predisposición genética que un mal hábito pudo impulsar. Así pues, el TDAH, como otras manifestaciones, resulta un potencial innato despertado por unas costumbres erróneas que en breve detallaremos. Por tanto, para reconducir una hiperactividad por buen camino habrá que evitar tales males praxis, potenciando sus contrarias y diagnosticando prematuramente tal problema ya en infantil.

El primer dato nos lo ofrecieron unos estudios médicos en octubre de 2007 presentados en Barcelona durante un congreso de medicina sobre el sueño. Según estos, el quince por ciento de los niños llamados hiperactivos, en realidad padecían trastornos de sueño. Así lo indicaban los especialistas Gonzalo Pin, del Hospital Quirón de Valencia, y Milagros Merino, del Hospital La Paz de Madrid.

Una maestra está de pie frente a una pizarra verde en un aula mientras varios estudiantes están sentados en sus escritorios prestando atención y algunos levantan la mano.

El pequeño que dormía mal, al día siguiente, mostraba conducta irritable, pérdida de concentración, bajo autocontrol y fuera o no un TDAH, disminución del rendimiento escolar. Por esos signos se le clasificaba como hiperactivo al ser síntomas del TDAH. Solo con cambiar sus pautas de sueño se corregía la supuesta hiperactividad o mejoraba su rendimiento escolar.

El segundo mal hábito provino de un estudio sobre alimentación. En setiembre de 2007, la Autoridad Europea de Seguridad, EFSA en sus siglas en inglés, dijo que analizaría si algunos aditivos y colorantes usados en dulces y refrescos azucarados podían inducir al TDAH. Trabajos en la Universidad de Southampton así lo parecían indicar. Los autores de dichos trabajos relacionan la hiperactividad con predisposiciones genéticas y malos hábitos educacionales.

El estudio publicado en la revista The Lancet, constataba que los niños que habían consumido hidratos de carbono con ciertos aditivos mostraban comportamientos bulliciosos y pérdida de concentración algo superiores a los que no lo hacían. Deberíamos recordar que un exceso de calorías de fácil asimilación, como son los azúcares, incentiva esa ligera subida del bullicio en un grupo de alumnos, sean o no TDAH. Por otro lado, en los consejos dados anteriormente para evitar el trastorno del sueño, quedaba claro que una cena con exceso de hidratos de carbono activa de noche al escolar y no le permite dormir plácidamente, algo que puede desatar un supuesto TDAH, o una disminución en el rendimiento escolar.

El tercer dato es la ausencia de la cultura del esfuerzo en el sistema educativo de todos y en el fracaso escolar de muchos. Cuando un alumno sufre de una falta de hábitos en el autocontrol y de límites familiares, se potencia su TDAH. Si a ello sumamos el error de explicar al alumno que padece una enfermedad y que por ello se le rebajan los contenidos, el adolescente se acostumbra a trabajar menos y a caer en un pozo de inactividad.

Una mujer y un niño pequeño caminan de la mano por un pasillo de una escuela infantil.

Un cuarto factor que puede potenciar la hiperactividad es la falta de pautas en orden, cariño, disciplina y premios, en fin, escuchar y atender al infante. Mejor regalarle tiempo de juego, límites y estima que no móviles, consolas y ordenadores para que no moleste. Un zagal abandonado por unos padres ausentes no llega a desarrollar sus capacidades de autocontrol y concentración que luego el TDAH manifiesta y el fracaso escolar condena.

Sin orden, ni juegos, ni disciplina, la impulsividad del rapaz aumenta en detrimento de su autocontrol y concentración. Un estudio de la facultad de Psicología de la URV, Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, demostró que la impulsividad adquirida, que no innata, está implicada en el TDAH, es decir, que cualquier entorno que promueva la ausencia de control anima a la aparición de la hiperactividad.

La doctora en psicología, Fàbia Morales, así lo indicaba en su tesis doctoral en enero de 2008. Por otro lado, y para los psicólogos Eduard Vieta, profesor de la UB, y Mercè Mitjavila, profesora de la UAB, la educación de los hábitos resulta crucial para prevenir el fracaso escolar, la impulsividad y los actos violentos. Así lo declaraban en La Vanguardia en mayo de 2014.

En resumen, y si ahora se suman todos los malos hábitos anteriores como trastornos del sueño, abuso de azúcares, ausencia de rutinas, ausencia del esfuerzo, ausencia de disciplina, padres ausentes y la impulsividad que conlleva, parece obvio que muchos casos de fracaso escolar y de hiperactividad proceden de factores adquiridos. Niños que viven conectados más consigo mismos que con el exterior, niños que buscan el afecto de sus mayores, pero que no lo hallan, niños que desean ser mirados, pero que no saben fijar su atención, niños hiperestimulados por móviles, pantallas y juegos automáticos, pero que no conciben la realidad manual de lo creativo en tres dimensiones, niños que se les regala el camino fácil ante las dificultades exteriores, niños con algún déficit no diagnosticado ni corregido durante su infancia, niños de madres fumadoras y bebedoras durante el embarazo y que luego desatienden a sus vástagos, niños tristes ante unos adultos que le restan importancia a su languidez, niños abandonados en casa, pero muy imaginativos para huir de una realidad familiar no deseada, niños muy inteligentes, pero que han sido masacrados por alguna deficiencia, niños de madres adolescentes que no saben atender luego a sus alevines, niños que bajo una situación de violencia no superada adquieren una capacidad de alerta continua que les bloquea su atención, niños hipersexualizados por padres y entorno, pero que todavía no pueden descargar su excitación como los adultos, niños que no se les enseñó en su momento a dormir solos, niños que no conocen el miedo al castigo, pero que ante el miedo al docente sí corrigen su hiperactividad, y niños que no se les brinda tiempo de interacción con sus padres durante comidas, encuentros y conversaciones, forman parte de un corolario que no soportan el fracaso de la realidad y desatienden su atención hacia esta.

Un estudiante durante un examen de la convocatoria extraordinaria de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), en la Facultad de Farmacia de la UCM

Para evitar y corregir todo lo anterior, se debe aplicar lo contrario como pautas correctas para ir a dormir; baja ingestión de glúcidos antes del sueño; rutinas diarias en comidas, momentos lúdicos e interacciones con sus responsables; horario regular y rutinas; cultura del esfuerzo en ello; diagnóstico y tratamiento infantil ante cualquier déficit en el aprendizaje; amor y límites en su entorno próximo; y por último, técnicas efectivas para reducir la impulsividad infantil.

Finalmente, ¿qué decir, pues, de la hiperactividad? Pues que sí, que existe, pero con dos matices. El primero es que hay decenas de causas diferentes que provocan el TDAH y la segunda es que la inmensa mayoría de ellas no son cien por cien innatas sino adquiridas. El TDAH no es una enfermedad, simplemente suele provenir de un mal hábito inducido, y como errónea costumbre adquirida, puede resolverse con rutinas, esfuerzo y a lo sumo fármacos.

Estos pueden ayudar en algunos casos, pero sin un cambio de hábitos, la cosa se hará sempiterna bajo un alumno adicto a derivados de las anfetaminas. Todos los datos médicos anteriores así lo indican. En fin, los padres no deben creerse esclavos de ningún diagnóstico que paralice a su hijo. La hiperactividad no es una lacra, simplemente es una dificultad que corregir para una mejor transmisión de conocimientos.

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