TV3 entre Joan Roura y Silvia Orriols
Hace tiempo que TV3 quedó atrapada en un bucle destructivo que nos cuesta unos 300 millones al año
Hace tiempo que TV3 quedó atrapada en un bucle destructivo: convierte la estupidez en programas de televisión, que producen un incremento de la estupidez general, que a su vez se refleja en la parrilla televisiva y así ad infinitum. La broma nos cuesta unos 300 millones al año (de algo tiene que vivir Toni Soler) y una jaqueca moral inintermitente.
Hay una parte de la población, totalmente irrecuperable, que aún cree que TV3 puede cumplir alguna de las funciones por las que fue creada, entre ellas, el acceso a una información veraz. Durante años tuvimos a Pilar Rahola a diario, la abeja reina del enjambre indepe, con su laca de color naranja y sus paellas estivales, para que quedara claro el tipo de sesgo e impudor que se financiaba con el dinero de los impuestos. Ahora que el soufllé indepe ha colapsado, la moda consiste en alentar a Hamás, a Hizbullah y a la República Islámica de Irán.
Esta batalla la encabeza el insigne Joan Roura, personaje maligno que se esconde tras una pose (más bien truculenta) de veterano analista internacional curtido en mil batallas. Solo personas con un déficit cognitivo terminal pueden pensar que Roura se dedica a la información y no al activismo. No hay día que no postee en X media docena de mensajes perfectamente alineados con la propaganda de Hamás.
Cuando no habla de “genocidio”, habla de “crímenes de guerra” o de los “movimientos de resistencia palestinos”. No es que no le importe compartir trinchera con los terroristas islámicos más nauseabundos, es que disfruta cada momento. Las tesis de la izquierda local, ya de por sí enfermizas, ganan en labios de Roura un tono de suficiencia pedante, un perfume de odio sibilino, que las hace especialmente repugnantes.
Pues bien, al mismo tiempo que mantiene a sueldo a un fanático enloquecido como Roura, la Corpo ha montado un cordón sanitario personalizado a la diputada Silvia Orriols y a toda actividad de Aliança Catalana, fuera o dentro del Parlament. En la última sesión de control, la propia directora explicó a Orriols que la casa sigue criterios de “interés informativo”, conforme a los cuales (vaya usted a saber por qué) nadie de AC aparece en TV3 nunca, en ningún caso, bajo ninguna circunstancia.
De modo que nuestra televisión pública se gasta sus dineros en activismo yihadista en prime time mientras silencia a los representantes de 120.000 catalanes. El problema es que no hay equilibrio posible entre ambos polos: cada vez es más la gente escandalizada por la deriva de la estructura faraónica de TV3 hacia la idiotez y la insignificancia; cada día crece en redes la contestación a la propaganda islámica disfrazada de información (la cobertura de la muerte de Nasrallah parecía una eulogía por el Mahatma Gandhi).
Entre Roura y Orriols habrá que optar, en algún momento. El espíritu de los tiempos, por fortuna, ya ha cambiado de dirección. Ahora solo falte que alguien se entere en Sant Joan Despí.
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