El transplante y transporte de acelgas (bleda asolellada)
Podría aventurarse, a día de hoy, que parece haber fondos públicos ilimitados para las acelgas
No es una planta fácil la acelga: sobre todo fácil de aceptar. Al parecer, su ciclo vital se compone de cuatro fases:
- Esplendor demagógico: la acelga, alzada en rutilante verdor frente a sus compañeras de huerto, brilla por su audacia y verbo redentor; la acelga promete libertades y futuros esclarecidos, en un discurso repleto de matices heroicos.
- Retracción llorosa: la acelga, una vez llega el invierno, se arruga, se esconde y sobre todo, lloriquea. La acelga intenta frenar todo aquello que ella misma impulsó y, al verse superada por las frías ventiscas y las heladas, huye a climas mejores, desde donde sus discursitos llegan amortiguados por la distancia, cosa muy de agradecer.
- Pacto con los enemigos a los que prometía enfrentarse hasta el final: la acelga se acostumbra a ingresar cantidades de dinero colosales, auténticamente impensables, a cambio de vegetar (que en el fondo es lo suyo), con lo cual su fatigada neurona acaba claudicando y se lanza a negociaciones con sus rivales, conforme a los cuales en el futuro su bienestar y liquidez (ya de por sí obscenos) continuarán aumentando en el futuro sin freno posible.
- Regreso ridículo: engordada, adinerada, calmada, redimida, la acelga vuelve y se pasea por calles y plazas vacías, haciéndose fotos vergonzantes y dirigiendo arengas a los suyos, es decir, a dos docenas de estómagos adiestrados para aplaudir como focas a lo que sea: a las acelgas, a la puesta de sol, a los cambios de presión atmosférica, a lo que sea.
Este ciclo vital de la acelga, en especial de la acelga soleada, se produce a costa de dos recursos menguantes: el dinero público y la paciencia de los votantes. Podría aventurarse, a día de hoy, que si bien parece haber fondos públicos ilimitados para las acelgas (ayer mismo la Suprema Acelga anunció una “gira por el territorio”, es decir, una campaña de terror pueblo a pueblo con abrazos, discursos y estupideces de todos los colores), la paciencia de los votantes puede ser un recurso no renovable, de hecho podría estar agotándose.
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