
Torre-Pacheco: se rompió el país (II)
¿Alguien se pensaba que los vecinos de Torre-Pacheco aceptarían que les llamen nazis en horario de máxima audiencia?

El segundo episodio en la crisis de Torre-Pacheco ha sido el tsunami de manipulación por parte de los medios de comunicación públicos, es decir: RTVE, Prisa, el grupo A3Media, Mediaset y demás gárgolas del inframundo. Todos ellos dependen de una manera u otra del dinero público, todos ellos ejercen únicamente como portavoces del discurso único progresista, todos ellos colaboran en el hundimiento progresivo de la nación.
Para ello están contando con el apoyo robótico de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que de manera insólita se dedican no a proteger a los españoles (eso sería fascista), sino a expulsar a periodistas que trabajaban sobre el terreno con la excusa de que "no podían garantizar su seguridad".
Con un descaro truculento, estas mismas Fuerzas de Seguridad se han dejado ver garantizando la seguridad de las reporteras de TVE o La Sexta, mediante el sencillo procedimiento de estar a su lado y apalear a los vecinos que intentaban acercarse. ¿Cómo pueden ser Vito Quiles o David Santos provocadores de violencia y no las hordas de magrebíes armados? ¿Quién decide qué periodistas son expulsados de una zona de tensión? ¿Quién ha pensado que los vecinos van a aceptar que se les llame nazis en horario de máxima audiencia?

Tomemos por ejemplo a Jesús Cintora y a su tertulia de comunistas (Aroca, Villaroya y demás fauna y flora), que según los propios datos de TVE nos cuestan un poco más de dos millones de euros al año. Sus datos de audiencia reflejan un seguimiento de varios centenares de miles de espectadores diarios; cualquier tuit de las cuentas de la derecha alternativa en X triplica esas cifras en un día normal.
¿Qué quiere decir esto? Que la población ya no está informándose en los canales tradicionales. ¿Y qué quiere decir esto? Que el relato ya no está en manos de los medios generalistas. Entonces sus reporteros van al terreno y se encuentran que la realidad, la cruda y majestuosa realidad, no responde ya a su discurso. ¿Solución? Llamar nazi a la realidad, porque todo lo que no encaje en su discurso progresista es nazismo puro y duro.
La estafa es tan manifiesta, tan obscena, tan dañina, que al pueblo se le han hinchado las narices. Hemos visto escenas de todos los colores; sirva una como ejemplo palmario: una vecina clamando a gritos que lo que quiere es poder salir a la calle segura con sus hijas sin miedo a ser asaltada y violada.
¿En qué momento resulta tolerable que el dinero de nuestros impuestos se dedique a que se etiquete a esa mujer de "elemento ultraderechista"? ¿Por qué pagamos a unas Fuerzas de Seguridad que en vez de proteger a los vecinos se dedican a proteger a los voceros del régimen y a expulsar a los disidentes? ¿Cuánto falta para que la llama de indignación se convierta en un incendio a nivel nacional?

Ayer mismo se publicaba un video en redes sociales en el que se veía como los bañistas de una playa barcelonesa, viendo que un marroquí intentaba robarles las pertenencias, se convertían por arte de magia en nazis y procedían a reducir al malhechor, en vez de aplaudirle y regalarle estampitas de Santa Ione Belarra. La semana pasada incidentes similares tuvieron lugar en Hernani o en Alcalá de Henares. El patrón siempre es el mismo: los ciudadanos de a pie son objetos de violencia por parte de elementos foráneos y, de repente, se vuelven ultraderechistas y practican la legítima defensa.
Dos millones de euros para Cintora y su ciénaga infecta de izquierdismo, porrazos e insultos para los ciudadanos de a pie masacrados por la inmigración ilegal. Esta es la receta que se nos intenta imponer. No se saldrán con la suya. Tenemos canales de información veraces, tenemos hambre de justicia y tenemos memoria.
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