Retrato en blanco y negro de un hombre mayor en primer plano con un grupo de hombres vestidos de traje al fondo sobre un fondo rosa con detalles oscuros.
OPINIÓN

Francisco Largo Caballero: el hombre y el mito

Francisco Largo Caballero sigue siendo un referente imprescindible para el estudio del movimiento obrero en España

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

Francisco Largo Caballero constituye una de las personalidades más singulares y debatidas en el escenario político español del siglo XX. Su vida, marcada por una constante proyección ascendente desde sus humildísimos orígenes hasta las más altas responsabilidades políticas y sindicales, refleja tanto la complejidad del movimiento obrero español como las profundas tensiones que atravesó el socialismo en los años de la Segunda República y la Guerra Civil.

Resulta imposible comprender la dinámica interna del PSOE y las fracturas que lo atravesaron en la década de 1930 sin atender a las diferencias y disputas sostenidas entre Largo Caballero e Indalecio Prieto, que culminaron en 1936 y anunciaron un potencial cisma en el seno del movimiento.

Conviene, sin embargo, subrayar que, frente a figuras como Prieto, de extracción periodística, o Fernando de los Ríos y Julián Besteiro, ambos procedentes de familias acomodadas y con una sólida formación universitaria, hasta el punto de ser los dos catedráticos; Largo se inscribe en la trayectoria genuinamente obrera, y sus primeros años estuvieron plenamente determinados por la precariedad material y la experiencia directa del trabajo manual.

Nacido en Madrid el 15 de octubre de 1869, en la Plaza Vieja de Chamberí, Largo Caballero perteneció a una familia modesta. Su padre, Ciriaco Largo, era carpintero, y su madre, Antonia Caballero, ejercía labores domésticas. La separación matrimonial de sus progenitores, ocurrida cuando él tenía apenas cuatro años, condicionó drásticamente su vida, ya que se trasladó temporalmente a Granada bajo el cuidado materno.

El niño apenas tuvo acceso a la instrucción escolar, pues a los siete años comenzó a trabajar para contribuir al sustento familiar. Su trayectoria laboral, iniciada en una fábrica de cajas de cartón, se desarrolló posteriormente en talleres de encuadernación y fábricas de cuerdas, en un contexto de clara privación social y económica.

Estas circunstancias no solo marcaron su experiencia vital, sino que alimentaron en él una temprana sensibilidad hacia los problemas de la clase obrera. El contacto prematuro con la explotación y la precariedad le permitió adquirir una visión directa de las condiciones en que vivía la mayor parte de la población trabajadora madrileña de la época.

En este clima, y a raíz de la celebración de la primera Fiesta del Trabajo en 1890, Largo Caballero entró en contacto con las organizaciones obreras, afiliándose a la Unión General de Trabajadores (UGT) y a la Sociedad de Albañiles 'El Trabajo'. Así se inició una dilatada carrera de implicación sindical y política.

El compromiso sindical de Largo Caballero se tradujo en la ocupación progresiva de responsabilidades asociativas. A lo largo de los años fue vocal, secretario y presidente de diversas asociaciones, destacando de manera particular su elección en 1918 como secretario general de la UGT, puesto que ejerció durante dos décadas y desde el que contribuyó decisivamente al desarrollo organizativo y la vertebración del sindicalismo socialista español.

Su gestión se centró en la reivindicación de mejoras de las condiciones laborales y en la consecución de derechos para la clase trabajadora. Un año antes, tras el fracaso de la huelga general revolucionaria de 1917, fue detenido y llevado a prisión junto a sus compañeros: Julián Besteiro, Andrés Saborit y Daniel Anguiano. Una amnistía les permitió presentarse a las elecciones de 1918, consiguiendo actas de diputado para los cuatro, además de las de Pablo Iglesias e Indalecio Prieto.

Seis hombres vestidos con trajes formales posan para una fotografía antigua en un ambiente interior elegante

Durante este periodo, Largo Caballero intervino en la redacción de legislación social, en la mediación de huelgas y conflictos laborales, y en la ampliación de la influencia de la UGT como referente en el ámbito laboral español. Conviene señalar que el movimiento obrero de aquellos años estuvo marcado por la rivalidad entre socialistas y anarquistas, además de por tensiones internas dentro del propio socialismo. Tales rivalidades condicionaron las relaciones entre agrupaciones y la política estratégica a seguir frente al Estado y la patronal.

Con la dictadura de Primo de Rivera, anarquistas y comunistas sufrieron una dura persecución, mientras que los socialistas decidieron, por impulso de Largo Caballero, participar del sistema para lograr sus objetivos. Largo, secretario general de UGT, se convirtió en consejero de Estado de la Dictadura.

La proclamación de la Segunda República en 1931 constituyó un punto de inflexión en la vida política de Largo Caballero. Participó activamente en la elaboración y desarrollo de las políticas sociales del nuevo régimen, primero como ministro de Trabajo y Previsión Social, cargo desde el que promovió reformas dirigidas a la mejora de la situación de los trabajadores. En este periodo defendió la nacionalización de sectores productivos y la reforma agraria, asuntos de gran relevancia en el panorama socioeconómico español de la época.

Tras las elecciones de 1933, y la gran derrota de las fuerzas de izquierda, Largo se radicalizó, liderando una rebelión en octubre de 1934 que solo triunfó parcialmente en Asturias, León y Palencia. Fue detenido y volvió a prisión, siendo absuelto un año después gracias a la pericia de su abogado defensor.

El estallido de la Guerra Civil Española, en julio de 1936, situó a Largo Caballero en una posición de especial protagonismo. Tras la dimisión de José Giral, fue designado presidente del Consejo de Ministros el 5 de septiembre de 1936. Su gabinete integró a representantes de muy diferentes sensibilidades de la izquierda, incluido el anarquismo, en un intento de preservar la unidad del denominado "Bando Republicano" frente a la sublevación militar. La gestión de este ejecutivo estuvo determinada por la emergencia bélica y por la necesidad de coordinar esfuerzos militares, sociales e industriales en medio de un contexto extraordinariamente complejo.

Cuatro personas elegantemente vestidas posan juntas en una calle antigua frente a una verja de hierro y paredes de ladrillo

No obstante, la coalición gubernamental pronto se vio lastrada por tensiones ideológicas y estratégicas, debidas tanto a la diversidad de sus integrantes como a la presión de los acontecimientos. Las diferencias entre los socialistas –con Largo Caballero y Prieto defendiendo posiciones a menudo antagónicas–, las resistencias de los comunistas, y la independencia de los anarquistas dificultaron la acción colectiva. Esta situación, unida a las crecientes dificultades bélicas, desembocó en la crisis gubernamental de mayo de 1937, que culminó con la destitución de Largo Caballero al frente del gobierno.

Los dos años finales de la Guerra Civil estuvieron marcados por un aumento de las fricciones y el debilitamiento progresivo del bloque republicano. La incapacidad para generar una estrategia unitaria y las divisiones internas contribuyeron a la derrota. Tras la caída de la República, Largo Caballero se exilió en Francia, donde prosiguió temporalmente su actividad en el seno de la emigración republicana. Sin embargo, el nuevo escenario europeo, marcado por la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana de Francia, restringió notablemente sus posibilidades de acción política.

Largo acabó detenido por la Gestapo y prisionero en un campo de concentración hasta ser liberado.

Su fallecimiento en París, el 23 de marzo de 1946, cerró una trayectoria caracterizada por un protagonismo constante en el socialismo español y por su participación directa en varios de los acontecimientos políticos y sociales más relevantes de la historia contemporánea de España.

Francisco Largo Caballero de traje oscuro habla frente a una multitud mientras otra persona sostiene un micrófono cerca de él

La figura de Largo Caballero sigue siendo objeto de revisiones y debates historiográficos. Se le ha considerado tanto un líder revolucionario y símbolo de la clase obrera como un dirigente sometido a las contradicciones inherentes al socialismo español de su tiempo. Su legado se halla indisolublemente vinculado a la historia de la UGT y del PSOE, así como a la evolución de la política social durante la Segunda República y la Guerra Civil.

La valoración de su actuación política se encuentra, por tanto, mediatizada no solo por sus realizaciones y fracasos, sino también por los contextos históricos en los que le tocó actuar. Sus detractores le acusan de la radicalización del partido y de mirar para otro lado cuando los embajadores y representantes de Cruz Roja en Madrid le advirtieron sobre los asesinatos que estaban teniendo lugar en el otoño de 1936.

Francisco Largo Caballero se mantiene como una referencia imprescindible para el estudio del movimiento obrero español y de las dificultades estructurales de las fuerzas proletarias españolas durante el primer tercio del siglo XX. Su biografía ilustra con precisión los dilemas, logros y límites de una política enfrentada a grandes desafíos históricos. Su trayectoria, no obstante, está jalonada también por brutalidad de la Guerra Civil y los asesinatos en la retaguardia.

  • Este artículo está fundamentado en los testimonios y escritos del propio Francisco Largo Caballero, así como en el análisis crítico de su papel en el contexto de la historia social y política española.
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