Siete años ya
Toda la energía vital de una generación fue malversada en la mayor operación de desfondamiento moral jamás vista
Cómo pasa el tiempo, parecen ocho segundos y ya han sido siete años. En este nuevo mundo de virus planetarios y guerras cercanas, cuesta creer que hace siete años estuviéramos todos ocupados en revoluciones sonrientes, repúblicas imaginarias y viajes a Itaca. ¿Qué ha quedado después de todo aquello?
El uso del catalán en caída libre, TV3 convertida en una mezcla de Al-Jazeera y los Teletubbies, Puigdemont desmaterializańdose en el Arco del Triunfo. Los "presos políticos" cobrando sueldos de seis cifras del "Estado opresor", la delincuencia desatada, la vivienda convertida en artículo de lujo. El PSOE en Palau, VOX y Orriols en el Parlament, Vicent Partal haciendo el tonto con una pizarrita de juguete.
Toda la energía vital de una generación fue malversada en la mayor operación de desfondamiento moral jamás vista. Se dio, claro está, la tormenta perfecta: coincidieron, por una parte, una generación de políticos peculiarmente estúpida, con una población mareada por años de kumbayá y Mònica Terribas- todo ello con Rajoy de fondo leyendo el Marca y fumándose un puro. Siete años después, la población está harta de todo (no solo de las banderas y gorras de colorines), Rajoy sigue leyendo el Marca, pero ahora lo hace en su casa, y los políticos procesistas se pasean por el país prisioneros ya no de Llarena, sino de sus propias mentiras: este fin de semana, en la "fiesta unitaria" de Arenys, el inefable Rull (del dúo cómico Rull & Turull) llegó a leer un poema en un ambiente general de histeria lacrimógena y pérdidas de orina.
Los tres partidos que encabezaron el Procés se hallan perdidos y a la deriva, sin signos visibles de recuperación vital. Junts pel Cash vive encomendada a las infinitas derrotas judiciales de Gonzalo Boye y a las tres entrevistas semanales de Turull en el programa de Jordi Basté; el junquerismo ha optado por la islamización acelerada de la sociedad y la burla del Alzheimer; la CUP ha pasado un año haciendo asambleas inútiles para aprobar un proyecto inútil con el que orientar su presencia inútil en las instituciones. Es tal la debilidad del movimiento indepe, que han sido barridos de la escena por un personaje como Salvador Illa, capaz de dormir a las ovejas.
¡Qué tiempos aquellos! Guardiola cantando con Lluís Llach, Antonio Baños y Toni Soler vaciando botellas de Tanqueray, Ana Gabriel oliéndose los sobacos. Qué años de fantasía. Bastaron un par de jueces y una mañana de porrazos para poner al independentismo frente a la sencillez de la verdad: solo te será dado aquello por lo que estés dispuesto a sufrir. Todo lo demás fue marear la perdiz y siempre lo será.
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