Primer plano de Pedro Sánchez, sonriente
OPINIÓN

El show de Pedro Sánchez

Aunque parecía complicado, ha dado una vuelta de tuerca más a la idea del 'conmigo o contra mí'

Editorial Arnau Borràs

Confirmado: los cinco días de retiro espiritual que se tomó Pedro Sánchez no eran más que un circo, un farol, un show, un paripé. Tras casi una semana paralizando políticamente el país de forma insensata y dejando que los suyos esparcieran la idea de que dimitiría, finalmente ha salido para decir que no, que al después de pensarlo mucho, al final sigue.

El problema no es que siga. El problema es su peligroso discurso y su manera de hacer estos últimos días. Que tampoco es que sea novedoso. Pero, aunque parecía complicado, ha dado una vuelta de tuerca más a la idea del “conmigo o contra mí”.


Pedro Sánchez construye el relato de que esto es una lucha entre el bien y el mal. El bien, evidentemente, es él. Y el mal, la oposición, los jueces que investigan y los medios de comunicación que publican informaciones. 

En una mezcla de victimismo y autoritarismo, Pedro Sánchez nos ha vuelto a dejar claro que “la democracia” es él. Que la lucha contra los bulos es él. Que “la dignidad y el sentido común” es él. Y aquel que no le siga, es un reaccionario que debe ser apartado, silenciado o purgado. Un intento de oda al líder sin precedentes en democracia que, de paso, manda un aviso al resto de formaciones de la izquierda: todos a remolque mío y sin rechistar. 


A Pedro Sánchez no le ha importado utilizar a su mujer para hacerse (aún más) la víctima, reforzar su figura y marcarse nuevos objetivos. Unos objetivos que ya veremos hasta dónde llegan. De momento, queda claro que la justicia y los medios de comunicación ya están en su punto de mira. Mal augurio para una democracia. Y, mientras, que la gente salga y agite las calles. Porque el show de Pedro Sánchez no ha acabado. Al revés. Veremos hasta dónde llegan sus intenciones. 


Además, el presidente del Gobierno ha aparecido como si él no hubiera jugado nunca a eso de la crispación, cuando ha sido él el que ha acusado de “fachosfera” al que no le sigue la corriente. Como si él no hubiera hablado nunca de levantar muros. Como si él no hubiera utilizado nunca ‘fake news’ contra Feijóo. Como si él no hubiera acusado de corrupción a un hermano de Isabel Díaz Ayuso al que nadie le pudo atribuir ningún delito. 

Que precisamente él nos hable de luchar contra el fango tiene su ironía. Que el máximo valedor del “conmigo o contra mí” hable de crispación y división, también.

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